Por María Susana Azzi

La sociedad argentina siempre ha sido un melting pot o crisol de razas y todavía lo es: la Argentina fue una sociedad abierta donde no existían ghettos. El tango como institución informal que acogió a decenas de miles de inmigrantes –especialmente italianos–, es un ejemplo muy regio de eso. La investigación del tango es la historia del multiculturalismo en la sociedad argentina y es el rescate de redes sociales y de símbolos de identidad cultural. El tango es una experiencia multivocal que cuenta la historia de personas muy diversas; es la aceptación de la diversidad y la inclusión de lo marginal dentro del sistema. No sólo es un vehículo que acelera la integración cultural sino que el tango es un integrador multicultural.

En el estudio del tango encontramos una clave para comprender la trama esencial de la sociedad argentina moderna. El tango expresa temas culturales con los cuales el argentino se identifica; el tango moldeó la psicología de mucha gente. En una sociedad de inmigrantes con raíces aún jóvenes, cuando los padres y el estado no brindaron una educación que reflejara las necesidades del país, el tango fue la respuesta a esta omisión.

El tango es un género popular complejo que incluye danza, música, canción, narrativa, gestual y drama. Es filosofía y pathos. En el tango confluyen innumerables elementos culturales y estéticos de origen africano, americano y europeo que a su vez interactúan y se potencian. La historia del tango no es una historia convencional de estilos que evolucionan década a década ni de tradiciones nacionales que compiten entre sí, ya que deben acomodarse innumerables elementos estéticos así también como valores éticos y filosóficos. Cronológicamente, el tango en la ciudad de Buenos Aires ha sido tango de negros, tango americano o habanera, tango andaluz o español, tango criollo, tango rioplatense y tango argentino.

Los italianos en la Argentina se integraron a la sociedad mayor con bastante facilidad y no crearon barreras culturales. Rara vez escuchamos hoy a los ítalo-argentinos cantar canzonettas como sí lo hacían los italianos inmigrantes. El tango como institución informal, junto con otras instituciones formales e informales, permitió la integración de los extranjeros a la vida del país. En esta dinámica, la contribución italiana al género fue notable. Mis raíces son totalmente italianas por parte de padre y francesas, escocesas, españolas y sudamericanas (uruguayas y argentinas) por parte de madre. Como muchos en este país, tengo doble ciudadanía: argentina e italiana.[1]

Entre 1871 y 1914 llegaron al país 5,9 millones de personas. Argentina fue el país que recibió la segunda mayor inmigración entre 1821 y 1932, Estados Unidos ocupó el primer lugar, Canadá el tercero.[2] En Buenos Aires, en 1869, los españoles constituían sólo el 8% de la población […mientras que] los italianos alcanzaban el 24% de la población de la ciudad.[3] No sólo fueron los italianos el grupo mayor de inmigrantes, sino que la mayoría de los apellidos relacionados con el tango son italianos; la contribución italiana e ítalo-argentina ha sido notable. ‘El porcentaje de italianos con respecto a la población total, permaneció más alto en [los barrios de] la Boca y Barracas […] que en cualquier otra área de la ciudad: 31% según el censo municipal de 1909, aunque este porcentaje marcaba una declinación respecto del 52% estimado en 1887. De esta población eran pocos los que no tenían uno de sus progenitores italiano. La Boca en particular conservó la atmósfera, el idioma y hasta los olores de Génova’.[4] El barrio de la Boca fue una ‘pequeña Italia’. En 1909 y sobre el total de la población de la ciudad de Buenos Aires, había: 29,3% italianos; 17,1% argentinos; 11,2% españoles; 0,4% franceses; 0,4% americanos; 0,1% rusos y 41,5% otros.[5] Era el sueño de “hacer la América”.

Los italianos llegaron tanto del sur como del norte de la península, en mayor número desde el norte al principio, en proporciones iguales más tarde; los inmigrantes llegaron de todas las regiones de Italia. Los residentes extranjeros fueron resistidos y los italianos no fueron excepción a la regla. Es más, los porteños se burlaban de su manera de hablar. Los inmigrantes italianos no hablaban a sus hijos en italiano, razón por la cual pocos argentinos hablan hoy el italiano con fluidez. Sin embargo, los inmigrantes no olvidaron por completo su lengua madre y muchas palabras italianas se incorporaron al idioma corriente. Esto dio origen al lunfardo –slang o patois de Buenos Aires íntimamente asociado con el tango que también incluye términos provenientes de otros idiomas europeos, y de lenguas africanas– y al cocoliche, un híbrido resultante del castellano y del italiano, que se dejó de usar:

‘Osté siga adelante. No se pare. Osté tiene gran porvenir. Qué te importa que no sabese música. Tiene oído? E boeno!. Come yo… Te sílbano una cosa, te queda a l’oreja, la tocase, le hacese la compadrada e ya está. Cuando quiere hacerse un tango lindo, de éxito, me dice a me. Yo te toca, al acordeone, una canzoneta napolitana, vieca, vieca, que nadie la recuerda. Osté la hace más despasito tre o cuatro ferulete é es una cosa cregoya. La música de este paese está hecha de requecho, come la raza; la hacemo todos, lo tano, lo francese e le gallegue’.[6]

La función del tango ha cambiado, ya no es el tango que facilitó la asimilación a miles de inmigrantes, sino que es un factor de cohesión muy fuerte, es un referente y un producto de exportación. Para muchos argentinos el tango es la Argentina, es Buenos Aires: la metonimia.

¿Existiría el tango, existiría la música de tango sin el aporte de la inmigración italiana?
[1] ‘Las investigaciones más recientes que analizan el proceso inmigratorio en Argentina, han orientado sus análisis en algunos de los sentidos propuestos por [Gino] Germani. Así han surgido interpretaciones discrepantes. En efecto, mientras algunos autores, como Torcuato Di Tella y Francis Korn, continúan la teoría del Melting Pot (o ‘crisol de razas’), otros, como Fernando Devoto aplican la interpretación alternativa del ‘pluralismo cultural’, algunos de cuyos supuestos aparecen en la obra de Germani. […] Los estudios de Torcuato Di Tella y Francis Korn sostienen que las asociaciones voluntarias, entre ellas las sociedades de ayuda mutua por nacionalidad, a medida que transcurre el tiempo de residencia, cumplen la función de intermediación entre los grupos inmigrantes y la sociedad nacional y permiten la integración de los extranjeros a la vida del país. […] Un punto de partida diferente eligen los autores concentrados en el estudio de la inmigración italiana como Samuel Baily y Fernando Devoto. Ambos sostienen la existencia de una interacción cultural pluralista entre los recién llegados y la sociedad receptora. En esta óptica, las asociaciones de ayuda mutua italianas aparecen propiciando la salvaguarda de las identidades culturales aportadas por los inmigrantes y operan así como barreras a la asimilación cultural’. (Cibotti, Ema en Devoto-Rosoli, 1988: 242-3).

[2] Véase Alfredo M. Irigoin, ‘La evolución industrial en Argentina (1870-1940) en Libertas (Buenos Aires: ESEADE, octubre de 1984), p. 254.

[3] James R. Scobie, Buenos Aires, del centro a los barrios. 1870-1910 (Buenos Aires: Ediciones Solar, 1986), p.74.

[4] Ibid., Scobie, Buenos Aires, p.33-34.

[5] Ibid., Scobie, Buenos Aires, Cuadros estadísticos, sin no.

[6] [Cita de] Jose Antonio Saldías, en 1926, en la cual aparece Cripín dándole
catedra de música tanguística a su hijo Batería. Citado en Tomás de Lara-Inés Leonilda Roncetti de Panti, El tema del tango en la literatura argentina (Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1981), p.107.

Publicado en Tinta Roja Nr. 1, Agosto 2011
Tinta Roja - revista de tango

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