Oscar, pasó bastante tiempo desde la primer entrevista que te hicimos, ¿en qué estás pensando y trabajando por estos días?
En este tiempo fui acomodando mis ideas en la cabeza, reflexionando y, sobre todo desde que salió la Ley de Protección al Patrimonio Cultural para el Bandoneón, me di cuenta que yo estaba equivocado cuando decía que el bandoneón estaba “en peligro de extinción”.

¿Porqué?
No está fundamentado, eso no es cierto. Lo que está pasando más bien, es que el instrumento está cambiando de lugar, se está yendo de acá para otro lado. El bandoneón en sí no está en peligro de extinción. Ese discurso me favoreció con el tema de los medios, me sirvió para llamar la atención sobre el problema, aunque reconozco que yo en ese momento lo decía convencido. Entonces se venían todos, a ver ¿qué quiere decir este? Y bueno, todo eso fue un aprovechamiento que yo hice para traer el tema, y que terminó transformándose en la ley. Bienvenido sea, pero bueno, el bandoneón no está en peligro, lo que sí está en peligro es el tango con bandoneón. Y esto lo veo día a día, cuando los pibes quieren armar un sexteto, una orquesta, y no hay bandoneonistas. Esto sucede porque no tienen instrumentos accesibles para estudiar. Claro que alguno que otro hay, pero los convocás, se enganchan, empiezan a andar bien… ¿y qué pasa?, al poco tiempo los chupan otros, ya los enganchan para irse de gira al exterior, entonces la formación dice “bueno vamos a arreglarnos con lo que tenemos”.
Te cuento una anécdota, una vez vino acá el Cholo Mamone, (Pascual “Cholo” Mamone, bandoneonista) que ya debe andar por los 90 años. Fue increíble porque el vino con su manuscrito escrito con tinta china negra. Me pareció “loco” que me viniera a ver a mí con su libro, porque yo de música… para que te des una idea me echaron de la escuela de Avellaneda por ser mal estudiante. Después me dije “quiero ser bandoneonista”, y me puse, y finalmente lo terminé logrando, incluso me dí los gustos de tocar en una orquesta y todo eso, pero no soy un erudito en la música. El tema es que él viene y se me sienta acá, y yo ¿qué le puedo decir? Mire no Maestro, disculpe pero no entiendo nada de lo que me esta hablando, no soy la persona indicada.

¿El libro es un método de bandoneón?
Es un libro de música, que justamente habla de que la Orquesta Típica es “hippie”. Porque no es posible mantener una Orquesta Típica en estos días. Lo que él plantea en el libro es cómo reducís una orquesta típica a un sexteto, conservando el espíritu del tango.
Entonces él me mostraba…“mire Fischer”… y daba vueltas las páginas, así funciona el sexteto así funcionan los bandoneones dentro de un sexteto, y me explicaba: “¿Ve? Acá lo que hace el piano, acá lo que hacen los violines, y mire, acá en este capítulo explico: “ni siquiera podemos armar un sexteto” mire como lo transformo, hago esto con esto. Él lo entendió mucho antes que yo, lo  difícil que es acceder a los bandoneones, y que va a ser cada vez más difícil.
El libro termina con un piano solo: “La mano derecha acá está haciendo esto y la mano izquierda esto, como diciendo “me quedé solo, y el tango tiene que seguir”. Y el tango no tiene que morir! Yo ya había sospechado esto hace tiempo, pero por suerte esto aún es reversible.
Se podría decir que estamos a tiempo.
Creo que sí. Yo empecé a cambiar ese “título”,  ya venía cansado de ese discurso “apocalíptico” del bandoneón en peligro de extinción. Yo hago mi aporte con lo que hago, con mi bandoneón, demostrando que se puede construir un bandoneón en Argentina. También pensar en el tango sin bandoneón…cuesta imaginárselo ¿no?…
Quizás lo que está pasando es que el instrumento está yendo a otras culturas, como en algún momento vino acá, y encontró su identidad acá con el tango. Puede que sea lo necesario para que el instrumento siga creciendo. Después de todo, acá también lo tratamos bastante mal, lo abandonamos durante muchos años y por ahí la historia nos demuestra que el bandoneón tuvo que volver a emigrar para no morir, ¿no? ¿Porqué esa cosa tan soberbia de pensar que el bandoneón se tiene que quedar acá?
Parece una paradoja que un instrumento de origen alemán, tenga que ser declarado como patrimonio cultural argentino. ¿Tiene sentido? Bueno, el único sentido que tiene es que adquirió una identidad acá.
Entonces quiero aclarar esto, estas son las cosas que ocupan mi cabeza en estos momentos, en la última entrevista todavía no estaba ni la ley. La ley hace ahora casi 2 años que está, y lo que falta ahora es la reglamentación.
Mi posición siempre fue muy confrontativa, nunca atacamos directamente a nadie, pero sí contábamos el problema, y acusábamos a muchos referentes diciendo que no tenían consciencia de lo que estaba pasando. Si teníamos razón o no, el tiempo lo dirá, pero éramos demasiado confrontativos.

Pero era necesario activar esa discusión, me parece.
Sí, pero en esa actitud teníamos la mano cordial de mucha gente, como los bandoneonistas nuevos, y también otra gente a la que no le parecía bien esta actitud. Entonces, cuando llega la ley, llega la necesidad de una reglamentación. ¿Y qué pasa? Acá tenemos mucha información, de toda la gente que se fue acercando a La Casa del Bandoneón en el transcurso de los años. Esa información y esa experiencia están aquí. Seguramente, el organismo que reglamentará la ley será la Academia Nacional del Tango, que es un órgano de reglamentación, que tiene toda la autoridad que tiene que tener, pero no tiene mucha información que también es necesaria. El bandoneonista no lleva ahí a arreglar su instrumento, ni les cuenta de todos los pesares o preocupaciones que tiene.

¿Los problemas cotidianos del músico?
Claro, eso pasa más abajo, “a nivel del piso”, eso pasa en lugares como éste, o incluso hasta en una milonga si querés.
Pero La Casa del Bandoneón se dio cuenta, que con esa actitud nos podemos perder la posibilidad de participar. Bah, igual yo no creo que nos inviten a esa discusión.

¿Pero por qué pensás eso? Vos sos muy respetado en el ambiente.
Sí, respetado quizás si, pero a veces te pueden respetar mucho y no se sientan con vos a una mesa ni locos, ni siquiera a comer un asado! (risas…)

Además, ¿el proyecto de ley no fue una iniciativa de la Casa del Bandoneón?
Sí, pero como ocurre siempre, una ley beneficia a unos y perjudica a otros.

En este caso, ¿quiénes son los que se perjudican?
Y, por ejemplo, hay casas de música que tienen cientos de bandoneones que, bueno, ya tendrán que ver qué es lo que tienen que hacer, porque algo van a tener que hacer. Yo por ejemplo pago mis impuestos, una persona que sale a ladrar como lo hacía yo en una época, tiene que tener las manos limpias ¿no? Pero hay gente que no paga impuestos, y con la ley tendrá que ponerse al día. Y te doy otro ejemplo, un alemán viene acá a arreglar su instrumento, y de pronto, con la ley, se encuentra con la situación de que por ahí no puede salir con su propio instrumento. Alguien te puede decir que quiso declararlo en la aduana y le dijeron que no es necesario, supongamos que sea así, pero al salir está el riesgo de que el empleado de ese momento diga “no, no puede salir si no tiene declarado el instrumento”. Entonces se hace necesario que el músico en cuestión pueda pedirle al luthier un papel, una factura, que dice que él te reparó el instrumento y que es de tu propiedad. Y ahí, le estás diciendo a todos que paguen sus impuestos, le estás diciendo a los maestros de bandoneón que te den una factura por las clases que tomaste, etc.

Es un cambio en las reglas de juego…
Sí y ahí entramos todos, está bárbaro, pero es incómodo. Para los que pensamos que el país puede crecer a partir de la cultura está bárbaro, no tenemos problema, pero todos, las instituciones, las escuelas, se tienen que poner a trabajar. Hace poco, donamos un bandoneón para una escuela en Jujuy. Entonces yo le pido al maestro de allá que me mande una carta contándome las dificultades que tienen, que necesitan un bandoneón, entonces con esta carta se cuenta el problema y se toma conocimiento de que existimos, y cultura de la ciudad por ahí dice “ah, pero acá hay gente que está laburando y labura bien. ”Eso sirve. Entonces el me manda una carta, “Sr. Fischer, gracias por el bandoneón, blablá…” pero eso carece de la formalidad que se requiere para estas cosas, le tengo que pedir que lo mande a nombre de La Casa del Bandoneón, le tengo que pedir que hable de institución a institución, no estamos acostumbrados a este tipo de formalidades, y yo termino “rebotando” la carta.

Pero está bien, porque también los ayudás a aprender de estas cosas, les puede servir para otras gestiones.
La ley nos hace “emprolijar” a todos, viene a molestar digamos… y nos hace laburar, pero en definitiva nos hace mejorar. Viene a activar un engranaje que estaba empolvado, oxidado. Y bueno, quizás teniendo una actitud más conciliadora, sabiendo todos que todos tenemos mucho que aprender, hasta el director de una escuela, y así las cosas funcionen cada vez mejor. Así que por ahí tenés razón, si ven que yo no soy tan “rabioso” como creen, terminan diciendo “bueno, a ver qué opina este pibe de lo que estamos haciendo, a ver qué nos puede aportar?” Porque sin una buena reglamentación, la ley no sirve para nada.

¿Sabés si se está trabajando en esto, o duerme en un cajón?
No, por ahora duerme. Y es gracioso, porque todo el mundo llama acá preguntando qué tienen que hacer. Una vez vino un tipo que tenía un bandoneón parado en la aduana y no lo podía sacar. Todavía me dice “¿cómo podemos arreglar?” como diciendo “¿cuánto hay que poner?” Yo le dije la verdad, le dije que si en la aduana le hablan de la ley, que el pida la reglamentación, entonces si le dicen “bueno, no está“ podés decirles “y bueno muchachos, si no está la reglamentación, yo lo siento mucho pero yo me tengo que tomar el avión”. Es así, vos no podés implementar algo que no está reglamentado.

¿Viene mucha gente de afuera a reparar acá?
Sí, ¡todo el tiempo! Será un 50 y 50; yo siempre trabajo al mismo tiempo en 5 o 6 instrumentos, y muchas veces son instrumentos de afuera.
Pero hay situaciones especiales acá. El sábado pasado por ejemplo vino una señora, muy humilde, mamá de Fausto, un pibe de 17 años, que  hacía 8 meses que estudiaba el bandoneón y vino acá con una actitud muy madura. Me cuenta que el estudia música desde muy chico, toca el piano; se metió a aprender el bandoneón con el instrumento de la escuela, y se queda encerrado ahí estudiando todas las horas que puede.
“Quisiera comprarme un bandoneón y estoy ahorrando para comprarme uno”, me dice. Le di uno y se puso a tocar, yo me aflojé todo, porque el pibe tiene un gran talento. Lo dejé tocar y lo escuché, y mientras lo escuchaba ya sabía que yo iba a tratar de solucionarle el problema. Pero tampoco le puedo decir “andá Pibe, quedate tranquilo que yo te consigo el bandoneón, tampoco le puedo transmitir una imagen de que todo esto es tan fácil, porque no lo es. Le dije metele para adelante, no aflojes y el: “nooo, que voy a aflojar si yo quiero hacer esto, esto es mi vida”.
Después la llamé a la mamá y le dije que se venga, ella me dice al teléfono que ellos no pueden comprar un instrumento, y le insisto, “venga, mire ya le vamos a encontrar la vuelta.  Mientras estábamos con ella acá charlando, llama un tipo de Neuquén, un tipo de plata, y me dice que quiere comprar un bandoneón “negro nacarado liso” y que disponía de 4000 a 5000 dólares.

La otra cara de la realidad…
Claro, y ¿cómo resolvés esto? Está todo bien, los 4000-5000 dólares resuelven muchas otras cosas, está bien, pero yo también tengo que tratar de ayudarle a pibes como Fausto. Parecía de película la situación de tener esas dos caras enfrentadas tan claramente. Esto me pasa muchas veces. Por eso, es necesario que haya instrumentos acá, es necesario que vuelva a ser un instrumento popular como alguna vez lo fue y no sólo un instrumento de elite.

¿La Casa del Bandoneón tiene en vista crecer, con sede propia, y más espacio para la escuela de luthería?
Ahora se abre un proyecto nuevo, una situación que nunca antes tuvimos. Teniendo un lugar propio en donde podremos decidir qué cambios queremos hacer, si queremos tirar una pared abajo o modificar el lugar. Este lugar, que es alquilado, no se puede modificar, es muy chico y no permite hacer las actividades que quisiéramos.
Ahí podremos crecer y eso para mí es algo muy especial, porque cada objeto adquiere otro sentido, vos sabés que lo vas a poder llevar a un lugar donde se va a poder quedar.

Habría un sentido de continuidad.
Claro, un lugar donde poder quedarse, y donde será posible crecer, siempre nos fuimos mudando por razones de espacio, y ahora podremos establecernos.
En este lugar habrá además de una escuela de luthería, una escuela de música, el museo, que si se dan las condiciones quisiéramos que sea un lugar público, un museo público, lo que pasa es que ahí las exigencias son muchas, por ejemplo, estará en un primer piso, y será necesario un ascensor, etc. Ciertas cuestiones de infraestructura que ahora no tenemos.

¿Hay una gran inquietud en la juventud por aprender?
Y sí, vos lo sabés bien, hay también muchos jóvenes que se están viniendo del exterior a vivir acá, a estudiar tango, estudiar antropología del tango, etc. Otra vez una paradoja, hace sólo 10 años nos queríamos ir todos de acá. Claro, también hay pibes que la están pasando muy mal, esto también es así. Pero hay también mucha inquietud, ganas de aprender, y eso es muy motivador para mí, todas las mañanas arranco el día de laburo con alegría, y sin saber bien lo que va a venir.
A mí me motiva mucho solucionar el problema de los bandoneones, recuperarlos. Creo que hicimos un aporte importante, pudimos recuperar instrumentos que estaban realmente en muy mal estado.

¿Cuántos instrumentos recuperaron?
La gente que colabora acá conmigo se acuerda mejor que yo, no sé con exactitud, pero son más de 100.

¿En cuántos años?
Bueno la Casa del Bandoneón en su forma actual, como institución que hace varias cosas además de la luthería, está hace unos 8 años.

¿Y vos?
Yo ya hace 16-17 que estoy en esto.  El otro día me preguntó un periodista francés, si yo trabajo con ayudantes, si le enseño el oficio a otros. Cosa que sí hago, y me gusta, pero lo hago de manera muy limitada por razones de espacio, pero sí me gustaría poder delegar cada vez más, pasarle el saber a otros. Entonces me dice “¿ya está pensando en retirarse?”
Y tardé en contestarle, porque me quedé pensando que el tema no es que me gustaría retirarme, porque siento mucha pasión por este trabajo, pero yo no sé si me gustaría ser un viejito luthier, no creo.

¡Pero igual te faltan muchos años para eso!
Sí, pero si me decís que tengo que seguir al ritmo de los últimos años, te digo que no puedo, ¡no sé cómo voy a quedar…! Cada 8 meses me agarran ataques de estrés!

¿Estrés por el laburo?
Sí, es mucho laburo, pero no es sólo eso, son todas estas situaciones que te cuento y que se me presentan todo el tiempo, como esta mamá que te contaba. Te vas a dormir y te quedás pensando en ese pibe, y en su ilusión de vida, que yo también la tuve. Yo soñé esto, y ahora lo tengo, y te puedo decir que me siento hecho.

¿Y qué hacés? ¿Le prestás uno?
Lo que pasa que prestárselo es después tener que sacárselo en algún momento, porque necesitás venderlo, y aunque le prestes otro, el problema sigue estando. Me pasó con un chico que le había prestado uno, y un día tuve que pedirle que me lo traiga porque lo tenía que vender, y se lo decís de la mejor manera, y le decís que le vas a dar otro, pero él viene con una sensación… como si lo estuvieras robando! No sabés lo mal que se puso, y eso que yo le estaba dando uno mejor!

Pero el ya se había encariñado con el otro, ya tenía una relación con el instrumento…
Claro! Viste la pasión que puede despertar un instrumento!
En el caso de Fausto lo que vamos a hacer es financiarle el instrumento a varios años, para que lo pueda comprar.

¿Es viable fabricar bandoneones de estudio?
Si costara 1500 pesos sí, pero eso no es posible, ya el sonido sólo cuesta más, nomás en las plaquetas tenés que gastarte unos 2000 pesos, entonces a los valores actuales, no se puede hacer. Para esto debe haber una política de Estado que promueva ese desarrollo, hacer convenios o algún tipo de intercambio con los países que fabrican los elementos más importantes, porque sino no se puede hacer.
Habría que ver, necesitamos 500 bandoneones para que los pibes estudien, ¿qué hacemos? Los compramos en Bélgica y solucionamos el problema ahora, por ejemplo. ¿Y cuánto vale esto? ¿Un millón? Esto debe ser un “vuelto” para cultura. O, la otra, los hacemos acá, ponemos a la gente a laburar, les enseñás el oficio. Yo voy por esa, pero digamos, si se trata de solucionar el problema a corto plazo, con 500 instrumentos se solucionaría el problema.

¿Y tu intuición qué te dice? ¿Es posible llegar a eso?
Yo creo que van a ir pasando las 2 cosas simultáneamente, sería lo ideal. Como muchos procesos en la historia de la humanidad, las cosas se van desarrollando de manera paralela, esto es así en distintas partes del mundo. Entonces la solución, esa es mi esperanza, irá llegando desde varios lugares.

Publicado en Tinta Roja Nr. 1, Agosto 2011

 

4 COMENTARIOS

  1. ESTOYU EMOCIONADO….SOY MUSICO DE CHASCOMUS , Y …MI VIEJO….ERA BANDONEONISTA…..TENGO UN DOBRE A …..DE LOS PRIMEROS……SERIA MARAVILLOSO….QUE PUDIERA APENDER A TOCAR….LER MUSICA SE….Y COMO ABRE CIERRA …PERO…JAAAA….SOLO NO PUEDO….LOS FELICITO…..HERMOSO SITIO ¡
    ABRAZO DESDE CHASCOMUS ¡
    JORGE CANOSA

  2. hola soy bailarin ya hace unos cuantos años y desde chico que mi sueño es tocar el fuelle pero el costo es tan alto que me es imposible y me propuse fabricarme uno queria saber si me pueden dar unna mano

  3. Hola, mis felicitaciones por la nota, muy interesante, desde la cultura ,hasta las actividades que se desarrollan para emprender un trabajo como es este , gran proyecto.
    Me interesa mucho el tema, porque yo estudie bandoneon, con uno que me prestaron y la idea es conseguir uno a un precio razonable, por ejemplo un usado.

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