Por Katherina Mansilla-Fuentes

 

Olga Nilda Gugliotta nació el 17 de marzo de 1920 en Toay, La Pampa, Argentina. Firmó sus poemas con el apellido de su madre, Cecilia Orozco, e ingresó a la historia de la literatura, consagrada como una de las principales voces de la poesía hispánica del siglo xx, como Olga Orozco. Recibió premios nacionales e internacionales como el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, el Premio de Honor de la Academia Argentina de Letras, el Konex de Platino de Poesía, el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, una Láurea de Poesía de la Universidad de Turín, el Primer Premio Nacional de Poesía, entre otros. A cien años del nacimiento de aquella pisciana con «ascendente en Acuario, y un horóscopo de estratega en derrota y enamorada trágica» (Orozco, 2013: 461), nos adentraremos en los juegos peligrosos[1] para dejar constancia de que sus letras y sus conjuros son memoria pulsante.

Sus abuelas y el paisaje de su pueblo natal —al que la autora recordaba como misterioso y laberíntico— marcaron su infancia, época fundacional de su poética. Orozco aludió a su ascendencia siciliana, por parte de su abuela paterna, en la entrevista de 1990 con Jacobo Sefamí, pues, atribuía a la cultura de estos antepasados la tendencia hacia la desmesura, rasgo que la caracterizó. Asimismo, destacó la concepción mágica del mundo por parte de su abuela materna, de familia irlandesa, de quien heredó la atribución de poderes a los objetos.

Los objetos adquieren una intención secreta en esta hora que presagia el abismo.
Exhalan cierto brillo de utensilios hechos para la enajenación y el extravío
(Orozco, 2013: 253).

 

Magia, tarot y religión fueron herramientas, medios sagrados de la autora para transitar, como ella lo ha dicho, con esta boca, en este mundo[1], entre las variaciones del tiempo y su eterna enemiga:

Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido,
porque ¿cómo nombrar con esta boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
(Orozco, 2013: 390).

 

Su primer acercamiento al tarot fue durante su niñez, con una vecina, pero su madre le prohibió tal incursión. No obstante, ya en edad adulta, estudió astrología durante varios años. Debido a sus intrigas y sospechas acerca de la realidad circundante, ocultismo y gnosticismo convergen en su obra para violentar las fronteras que suponen el tiempo y el espacio. En sus propias palabras: «la religión y el misticismo son una ascesis del espíritu, son una tentativa por elevación. Y la magia procede al revés: convoca hacia abajo las fuerzas o los poderes» (Sefamí, 1996: 107). Los juegos peligrosos (1962), su tercer poemario, comienza con el poema «La cartomancia», allí aparecen los arcanos mayores del tarot.

En 1928 se trasladó junto a su familia a Bahía Blanca y en 1935 se establecieron en Buenos Aires. Con tan solo 15 años y la certeza de su oficio, Orozco se incorporó a la escena literaria porteña. Allí se reunió, en tertulias nocturnas, con los literatos de su época y participó de la fundación de la revista Canto. Aunque luego fueron reconocidos como Generación del 40, existen diversas objeciones acerca de la correspondencia de este grupo con la categoría de generación literaria, entre ellas, la de la propia Orozco. Cuenta la anécdota que Rafael Alberti, luego de leer el primer número de la ya mencionada revista, señaló a Olga Orozco y a Enrique Molina como las mejores voces poéticas del grupo, por lo que Gonzalo Losada, en nombre de su editorial, le pidió a la autora pampeana la publicación de su primer poemario. La única mujer recordada de la heterogénea Generación del 40, entre el esoterismo y el misticismo, se dedicó a develar una realidad mutante: indagó la multiplicidad del yo y del tiempo, exploró el mundo de la muerte y de los sueños, se refugió en Dios y en la nostalgia. Los laberintos y la superposición de planos que desbordan las cualidades del mundo sensible se tejen en sus letras como filosofía de vida.

Los motivos que atraviesan su obra son, también, aquellos que marcaron su vida. Uno de los principales, sin duda, es el tema de la muerte. La pérdida de seres queridos, así como la muerte per se, la llevaron a escribir versos, poemas e, incluso, libros completos. Les dedicó elegías a sus hermanos Emilio y Yola, a su amiga y discípula Alejandra Pizarnik, a su gata Berenice y a su esposo Valerio Peluffo[3]. El ejemplo por excelencia de este aspecto de su poesía es su segundo poemario, Las Muertes (1952), que incluye un epitafio para Olga Orozco:

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos
(Orozco, 2013: 101).
 

En entrevistas, la autora pampeana solía contar que cuando Alejandra Pizarnik acudía a ella en momentos de oscuridad, ella le escribía conjuros para luchar contra la enemiga: la muerte. Tras el suicidio de Pizarnik, Orozco le dedicó uno de sus más conmovedores poemas: «Pavana para una infanta difunta»[4]. Así, una vez más pronunció un conjuro para salvarla:

Pequeña pasajera,
sola con tu alcancía de visiones
y el mismo insoportable desamparo debajo de los pies:
sin duda estás clamando por pasar con tus voces de ahogada,
sin duda te detiene tu propia inmensa sombra que aún te sobrevuela en busca de otra,
o tiemblas frente a un insecto que cubre con sus membranas todo el caos,
o te amedrenta el mar que cabe desde tu lado en esta lágrima.
Pero otra vez te digo,
ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un manto:
en el fondo de todo hay un jardín
(Orozco, 2013: 256).

 

En Las aventuras perdidas (1958), 14 años antes de su muerte, Pizarnik había publicado el poema «Tiempo». A Olga Orozco:

Yo no sé de la infancia
Más que un miedo luminoso
Y una mano que me arrastra
A mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
A pájaro acariciado.
(Pizarnik, 2019: 76)

 

En sus primeros libros, Orozco presentó su universo literario y se dedicó a explorarlo con la convicción de que abordaba una búsqueda de toda una vida. Sin riesgos de repetirse, sus versos profundizan entre lo material y lo inmaterial mediante un equilibrio subyacente entre ocultismo y religión, su obra completa es una apología temático-filosófica del concepto de no dualidad. Por ejemplo, luego de su tercer poemario, declaradamente esotérico, aparece Museo Salvaje (1974), cuyos poemas se vertebran a través de relatos de la Biblia. En este libro, la autora se dedicó a indagar aquel espacio en que habitaba su alma, desde donde se comunicaba con la realidad, pero que a su vez la limitaba al mundo físico: su cuerpo. Así, habló de sus manos:

pero estas que prolongan mi espesa anatomía
más allá de cualquier posible hoguera,
un poco más acá de cualquier imposible paraíso,
no son manos que sirvan para entreabrir las sombras
(Orozco, 2013: 171)
 

De sus pies:

¡Qué instrumentos ineptos para salir y para entrar!
(Orozco, 2013: 183).

 

De su sexo:

la corriente erizada reptando en busca del exterminio o la salida, escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que son como tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indecible hasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfonda cayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánica noche de interrogantes de crestas y de hocicos y bocinas
(Orozco, 2013: 177).

 

La poesía de Orozco es producto de una laboriosidad minuciosa, enfocada en la cohesión de cada pieza, por lo que entre sus recursos se destacan las metáforas encadenadas[5] que suelen abarcar, en sus poemas, numerosos versos consecutivos. La autora contaba que, cuando comenzaba un poema no lo soltaba hasta llegar al punto final, aunque esto significara pasar días enteros entregada a ello. De igual modo, la estructura extrínseca de sus libros fortalece el gran sentido de unidad que caracteriza a su obra; temas, recursos y forma fueron hilados por la mano de una maestra tejedora. Por ello, los títulos de cada poemario sirven de guía para reconocer el modo en que Orozco desarrolló y fusionó sus motivos, mientras los poemas ubicados al principio o al final de cada poemario, con frecuencia, cumplen funciones de introducción y conclusión. Por otra parte, resulta notoria la extensión de sus poemas y su inclinación hacia el versículo, tanto por influencia de sus lecturas bíblicas como por el análogo paisaje infinito de La Pampa.

Cantos a Berenice (1977) es el caso más explícito del tratamiento formal que realizaba en cada uno de sus libros. En este caso, se trata de un solo poema dividido en 17 cantos. Además, cabe destacar que los números son elementos tanto simbólicos como intrínsecos en su obra poética. Por ejemplo, el número 2 aparece en referencia a las artimañas de la muerte: «ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un manto» (Orozco, 2013: 256); el 7, como número mágico: «Siete respuestas tienes para siete preguntas»; el 17 —que, además, es el día de su nacimiento— le sirve para estructurar tres de sus poemarios: Las Muertes, Museo Salvaje y Cantos a Berenice. Berenice es su emisaria. Su muerte fue, por supuesto, una pérdida personal: «Te alcanzó tu enemiga poco a poco» (Orozco, 2013: 213). Técnicamente, es «nombre de reina egipcia y también de personaje de Poe» (Millares, 2013: 54). En última instancia, fue su mascota durante quince años. En palabras de Orozco: «Claro que no era un gato; era mi tótem. Tenía poderes especiales» (Sefamí, 1996: 109). El amor por Berenice develó un nuevo costado de la autora, ya que, en este libro no se limitó a interrogar, sino que expresó sus propios deseos.

Hacia el final de su vida, el arrepentimiento por su búsqueda a través del ocultismo, el temor a la muerte y la cercanía del final la llevaron a refugiarse cada vez más en Dios: una búsqueda hacia arriba. Sin embargo, si bien existen momentos de predominancia de esoterismo o gnosticismo, jamás se encuentran, uno u otro, excluidos de su obra. En el revés del cielo (1987) es uno de los poemarios de su última etapa, la autora afirmaba haber alcanzado, en este libro, los límites de su travesía de trasmundos, una consideración basada en la derrota. Es decir, de este modo, Orozco confirmaba que su búsqueda se quedaría sin respuestas. En consecuencia, una atmósfera de desesperación y resistencia cubre esta etapa: «No, este cuerpo no puede ser tan sólo para entrar y salir» (Orozco, 2013: 338). De todas maneras, no hay derrota en su poesía, pues, la escritora argentina, obstinada desde siempre, llegó a la última puerta con la pluma en la mano.

porque hay prolongaciones inasibles que llegan más allá,
zonas inalcanzables donde tal vez se impriman las pisadas de Dios, subsuelos transparentes que se internan a veces en los jardines
de otro mundo
(Orozco, 2013: 380-381).

 

Su último poemario publicado en vida es Con esta boca, en este mundo (1994), inspirado a partir del título del poema de Alejandra Pizarnik, «En esta noche, en este mundo». En su última etapa, Con esta boca, en este mundo es una aceptación de su cuerpo y de la realidad sensible, es decir, se instala en aquellos lugares que otrora únicamente intentaba transgredir.

«En esta noche, en este mundo»
no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible
(Pizarnik, 1999: 96-97).

 

En 1999, antes de salir de su departamento de Buenos Aires por última vez, Orozco dejó sobre su mesa de trabajo dos carpetas que contenían sus últimos versos, los que Ana Becciú reunió en el libro póstumo Últimos poemas, hecho del cual su albacea literaria dejó constancia en la primera hoja de la Poesía completa de Olga Orozco. Este libro es la despedida de una voz que fue inconfundible y consistente de principio a fin, tal como se observa en este breve recorrido por su obra poética. Olga Orozco falleció el 15 de agosto de 1999 en Buenos Aires, allí donde desarrolló la carrera literaria que avala su inmortalidad artística. En cuanto a lo estético, la autora argentina pertenece al grupo de creadores que se resiste a encajar en clasificaciones simples. Orozco, hasta el día de hoy, establece una estrecha conexión con sus lectores a fuerza de sostener, exponer y desgranar hasta el final su forma de percibir y sentir.

La obra literaria de Olga Orozco tiene la capacidad de un palíndromo, pues, luego de algunos poemas que publicó en revistas durante su adolescencia, dio el primer paso con un poemario que nos sumerge de lleno en su universo, que, más que la nostalgia por su infancia, es la nostalgia de toda una vida. La voz de Desde lejos (1946), ya madura, ya oscura, nos dice:

Éstas fueron mis puertas.
Detrás de cada una he visto levantarse una vez más
una misma señal que por cielos y cielos repitieron los años
en mi sangre:
no de paz, ni tampoco de cruel remordimiento;
pero sí de pasión por todo lo imposible.
Por cada soledad,
por cada tierno brillo destinado a morir,
por cada frágil brizna movida por un soplo de belleza inmortal
(Orozco, 2013: 38).

 

La autora pampeana dejó en sus letras las llaves de su búsqueda de trasmundos. A cien años de su nacimiento, Argentina la recuerda con los homenajes que merece una de las voces fundamentales de la poesía hispanoamericana. Las puertas han sido abiertas, tus conjuros se han pronunciado, Olga Orozco. 

 

[1] Con esta boca, en este mundo (1994), último poemario publicado en vida.
[2] Los juegos peligrosos (1962), tercer poemario de Olga Orozco.
[3] «Para Emilio en su cielo» —a su hermano—, en Desde lejos; Cantos a Berenice, poema y poemario íntegramente dedicado a su gata; «‘Pavana para una infanta difunta’» —a Alejandra Pizarnik—, en Mutaciones de la realidad; «Tú, la más imposible» —a Yola, su hermana—, y «En la brisa, un momento» —a Valerio, su último esposo—, en Con esta boca, en este mundo.
[4] Poema homónimo de la obra del compositor Maurice Ravel.
[5] Tema desarrollado por Stella Maris Colombo en Metáfora y cosmovisión en la poesía de Olga Orozco.

 

Bibliografía
Libros
Blanco, Diana Irene, Olga Orozco: la jerarquía de la palabra, Buenos Aires, Dunken, 2009.
Brú, José (comp.), Acercamiento a Olga Orozco: Premio Juan Rulfo 1998, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1998.
Colombo, Stella Maris, Metáfora y cosmovisión en la poesía de Olga Orozco, Argentina, Cuadernos Aletheia de Investigación y Ensayo, 1983.
Fernández Moreno, César, La realidad y los papeles, panorama y muestra de la poesía argentina, Madrid, Aguilar, 1967.
Fernández, Teodosio, La poesía hispanoamericana del siglo XX, Madrid, Anaya, 1991.
Lergo, Inmaculada (coord.), Territorios de fuego para una poética, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2010.
Orozco, Olga, Poesía completa, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora S. A., 2013.
Pizarnik, Alejandra, Textos selectos, Buenos Aires, Corregidor, 1999.
___, Poesía completa, Buenos Aires, Lumen, 2019. ]
Sefamí, Jacobo, De la imaginación poética: conversaciones con Gonzalo Rojas, Olga Orozco, Alvaro Mutis y José Kozer, Caracas, Monte Ávila Editores, 1996.
Zonana, G. y Castellino, M., Poesía argentina, dos miradas, Buenos Aires, Corregidor, 2008.
 
Artículos
Chirinos, Eduardo, «Olga Orozco en el revés del cielo», Cuadernos Hispanoamericanos, 504, 1992: 122-124.
Dillon, Marta. «Olga Orozco X Marta Dillon, La Orozco (Glorias)», Página 12. 28 Mayo 1999: s. p. Web. <https://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/23-79414-2007-01-23.html>. 26 de Ago. 2019.
Escaja, Tina, «La posible aproximación a lo indecible: metafísica del deseo en la poesía de Olga Orozco», Hispanic Journal, 19, 1, 1998: 33-47. Web. <https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3380665>. 20 Jun. 2019.
Millares, Selena, «Olga Orozco y Alejandra Pizarnik: poesía y videncia», Revista de Lengua y Literatura, 36, 2013: 47-55. Web.
Navarro, Marianela, «El oculto territorio de Olga Orozco», Cuadernos Hispanoamericanos, 597, 2000: 129-131.
Sirimarco, M. C. y Roque-Pitt, H., «Primera antología española de Olga Orozco», Cuadernos Hispanoamericanos, 445, 1987: 65-70.
 
Audiovisuales
Canal Encuentro. «Olga Orozco: Obra (capítulo completo) – Canal Encuentro». YouTube. YouTube, LLC, 3 Nov. 2017. Web. <https://www.youtube.com/watch?v=ANgi1ihT7As&t=33s>. 28 Jun. 2019.
Canal Encuentro. «Memoria iluminada: Alejandra Pizarnik (Olga Orozco, su madre literaria) – Canal Encuentro HD». YouTube. YouTube, LLC, 6 feb 2015. Web. <https://www.youtube.com/watch?v=Ts4VxdVMmy4>. 25 Ago 2019.
 
Sobre la autora Katherina Mansilla Fuentes
Investigadora, doctoranda mendocina de 26 años. Desarrolla su tesis doctoral sobre la obra de Olga Orozco (UAM). Además, es teórica musical, pianista, cantante y compositora. Premio Martina Chapanay 2006 por su labor artística, ha sido miembro de tres colectivos musicales y, desde 2019, de la Asociación de Jóvenes Hispanistas, Philobiblion. Este año, la Universidad Autónoma de Madrid ha seleccionado su tesis de máster sobre Olga Orozco para su publicación, luego de otorgarle la Matrícula de Honor.
Actualmente publica microcolumnas literarias semanales para El Otro Diario.
Contacto con la autora: mansillakatherina@gmail.com

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