En esta nota Mariano González Calo habla de su Quinteto Criollo y sus búsquedas sonoras en esta formación que lleva sonando doce años. Este gran bandoneonista, con una gran simpatía y humildad repasa también sus comienzos en el Tango y el aprendizaje y trabajo junto a sus colegas.

Por María Fernanda Escobar Martins
Fotos: Naïde Lancieaux 

 

Cuando arrancaste con la música, ¿arrancaste con el tango y con el bandoneón de una o pasó algo antes?
No, arranqué tocando el piano desde los seis o siete años más o menos. Fui al conservatorio Roma de Avellaneda hasta los doce años aproximadamente, hice preparatorio y dos años de FOBA, después seguí estudiando cuatro años piano jazz.
¿Fue por elección propia?
Sí. Mi hermano me enseñó a tocar la flauta cuando él estaba en el primario, y me gustaba. Me acuerdo que una vez en la casa de mi tía me quedé no se cuántas horas tocando el piano y no podía parar, y los hinché en casa para que me llevaran a aprender, y me llevaron al Roma. Hice unos años y después quería tocar los temas de Charly, ya no tenía muchas ganas de tocar lo que me daban ahí, después tomé unas clases con un profe que me enseñaba canciones y aprendí un montón ahí.
Después hice el programa de Juilliard porque me habían convencido de que el jazz era “la música del nuevo hombre”. Lo hice, hice todos los ejercicios de improvisación, cómo se arman los voicings, los acordes, toda la cosa jazzística, pero nunca enganché.
En el medio tenía algo con el tango porque mi tía, Débora Blank, tocaba la guitarra con Aníbal Arias, yo iba todo el tiempo a acompañarla y verlo a Aníbal. Hay un video en internet que estoy tocando con ella, yo el bandoneón y ella la guitarra, eso fue por el año 2000.
Sí, lo encontré.
Mi tía es zarpado como toca. Yo tocaba algunos tangos, pero ahí me enganchó un montón.
Un día fui al club del vino y cuando empezó, que tocó Pane (Julio), escuché el primer acorde del bandoneón y dije, quiero tocar esto. De nuevo les dije a mis viejos (risas) y ahí arranqué. Mi papá me ayudó a comprar el bandoneón, yo tenía dieciocho o diecinueve años. Y le agarré la mano al toque, porque yo venía tocando un instrumento y cuando pasa eso, ya le vas agarrando la mano un poco más rápido, ya tenía la motricidad en los dedos, resulta más fácil que aprender de cero un instrumento a los veinte años. Me gustó al toque. Ahí descubrí el tango profundamente y acá estoy.
¿Y cómo llegaste al tango y a conocer a las personas con las que tocás?  
Tomé clases particulares, menos de un año, con Rodolfo Mederos. En esos años se estaba armando la Máquina Tanguera. Yo tenía 20 años, no conocía a nadie. Lo llamaron a Mederos, de una orquesta que se estaba armando que era Camino Negro, que era parte de las orquestas que pertenecían a la máquina tanguera. Estaba la Fernández Branca, la Imperial, entre otras. Mederos les pasó mi número y ahí lo conocí a Oscar Fischer, Marce Vigide, Félix que fue el primer bajista de Astillero, un montón, y ahí sí ya me conecté con la movida.
¿Cuánto tiempo estuviste en Camino Negro?
Unos dos años. Después, un día me llama Peralta porque se había ido un bandoneonista de la Fierro y Oscar Fischer le dijo que yo podía funcionar. Estuve unos meses en la Fierro hasta que Peralta se fue y yo también. Después se armó Astillero y en el 2012 armé el quinteto.
¿Y cómo nace el quinteto?
Y… fue de a poco, primero con Astillero fue el camino de la profesionalización, ensayábamos seriamente. Yo tenía 23 años y vas viendo cómo va a ser la vida si encaras para ese lado, tenés que buscar distintas cosas si te vas a dedicar a esto. Ahí fui aprendiendo los conceptos de cómo armar un proyecto, pensar una carrera, hasta que maduró esa idea de hacer el quinteto, como una forma de tener un perfil más allá del de Astillero, mostrar otra alternativa. Era muy divertido también ver cómo suena el tango de ahora a la manera criolla, pensar qué me gustaría escuchar que no existe aún, tratar de buscar y encontrar una variable original. Eso lo aprendí tocando en Astillero.
El quinteto nació en el 2012, pero lo venía pensando desde hace tiempo y hacía un par de meses antes que ya venía escribiendo algunos arreglos.
En esa época jodíamos y pensábamos, qué estaría haciendo Piazzolla si estuviera vivo, o Troilo, qué estarían haciendo si estuvieran hoy acá. La idea era recrear el cuarteto de Troilo, no de la misma forma, con ese tipo de arreglos, pero sí tomar ese concepto, tocar los tangos de los colegas con ese tipo de formación. Cuando nace el quinteto no había músicos tocando cosas de colegas contemporáneos. Un día hablando con Juan Otero, le comenté esto que quería hacer y me tiró la formación con una guitarra más y tenía razón, así podía tener mucho más timbre y más orquestación.
¿Por qué criollo?
Por la formación, pensé el grupo antes de armarlo. Primero estaba el nombre, hay que empezar por el nombre. Pensé este concepto de hacer temas de los colegas con una impronta distinta, el sonido de guitarra, madera… criollo. La guitarra es la creadora de la música popular, es un instrumento que tiene notas y además ritmo, al mismo tiempo, no podés rasguear en el piano, podes hacer una imitación, pero no es igual.
¿Quiénes conforman el quinteto?
Federico Maiocchi en contrabajo, Emilio Cossani y Jonathan Álvarez en guitarras, Pepe Gutiérrez en el guitarrón, yo en el bandoneón y Juan Seren en la voz.
¿Siempre estuvo Juan Seren?
Casi siempre, desde el segundo o tercer concierto del quinteto en que lo invitamos a cantar pegamos mucha onda y ya que estuviera caía de maduro.
¿Qué otros cantantes pasaron por el quinteto?
Un par, desde la época que tirábamos más a hacer instrumentales cantó una vez Bárbara Grabinski, otra vez cantó Dolores Solá, Julieta Laso, Omar Mollo también cantó.
Y en cuanto a los arreglos ¿los haces vos o también participan otros integrantes?
Los arreglos los pienso yo, pero llevo maquetas porque hacemos un trabajo muy oral, buscamos cosas entre todos, pero con una base de esquema que yo pienso anteriormente para ordenar todo. Vamos buscando sonidos, timbres, ahí mismo en el ensayo, la idea es que suene también así el grupo, amalgamado y amistoso.
¿Cómo es la dinámica y los acuerdos de ese proceso?
Lo tratamos de charlar. Buscamos en esta parte que suene de determinada manera, a mí se me ocurre una cosa, y por ahí alguno me dice si funciona o no y buscamos entre todos la manera de que funcione. Por ejemplo algún efecto, que al tiempo le pase alguna cosa loca, y lo charlamos a ver cómo hacemos que funcione a nuestra manera, no que sea la mejor, sino que sea nuestra. Y eso con todo, también las orquestaciones, en qué octava lo hacemos, si lo hacemos a voces, a ver cómo suena. Hay un esquema que organiza la base, que va con un clima determinado porque sino es una maraña, tampoco es “todas las manos en un plato”. Pero el cómo llegar lo buscamos entre todos porque si cinco personas están de acuerdo, es que tiene altas probabilidades de que funcione.
Vos sos compositor, arreglador y letrista también.
Bueno no, letrista no, hice dos letras en mi vida.
Pero “Cinco nombres” la vienen cantando bastante.
Si, si, quedó bueno. Después hice otro que no pasó nada (risas).
¿Qué sentís que tiene que tener un tema para interpretarlo en tu formación, sea instrumental o cantado?
En un principio lo que elegíamos eran los hits de cada grupo, del Tape era “Regín», pero lo lindo es que sea original, que tenga algo que no escuchaste nunca. Eso “te hace cosquillas”, te pincha, esos son giros melódicos, o palabras, cuando te transporta a un clima y lo hace bien, eso es porque está bien hecho. Así que intento elegir esas cosas, que estén bien hechas.
Y con esas que escribiste, aunque sean dos, ¿cuál fue tu búsqueda al escribirlas?
Para hacer “cinco nombres” hice como una especie de estudio: escuché cincuenta letras de tangos canción, ponele, y buscaba resumir en una frase cada una de las letras. Buscaba qué es lo primordial, qué te lanza a esa idea, desde dónde nace toda esa letra, una idea primera, el tipo está contando que… está en el bar tomándose el último trago antes de boletearse, y le cuenta sus penas al mozo, o al bandoneón que está tocando, esa es la idea de “La última curda”, por ejemplo, hice una investigación. Después, con esa escucha hecha, un poco me orientó a cómo pensar esa idea y a cómo desarrollarla.
Y en cuanto al cantante, ¿qué te llama la atención desde la interpretación? Esa “cosquilla”, como vos decís que te pasa con la canción, ¿qué te llama la atención en el o la cantante?
El cantante tiene que imponerse, tiene que estar presente todo el tiempo, eso me gusta de alguien que canta, que se sienta la presencia de que está en control. Cuando escuchas a Gardel, que yo soy re fan de Gardel, el tipo es el que manda el metrónomo, él está en dominio, ese es mi ideal de cantante.
Hay versiones instrumentales de temas cantados, ¿cuál es la búsqueda ahí?
La búsqueda es encontrar una arista más, encontrar la mayor cantidad de variables posibles a la idea. Una de las variables es el tango canción hecho instrumental, como también hacía el cuarteto de Troilo y Grela. Hay tangos que tienen una muy linda melodía y la idea es resaltar esa melodía. En el disco “Escaleras, candilazos y baldíos” hacemos “Yuyal” instrumental y Juan Seren está ahí, al lado nuestro y no canta. Además, eso le aporta otro momento que es el momento instrumental, no todo tiene que ser duro y rítmico, sino que también se puede hacer una cosa cantábile, sobre todo en el quinteto, te deja más libertad; por ejemplo, en el sonido de las guitarras hacer acordes mayores o poner climas un poco más felices que otras formaciones, porque tiene esa cosa minimalista y en la guitarra todo suena bien, porque tiene esa nobleza.
Tomando el tango en todas sus épocas hasta hoy, más allá de Troilo y Grela, ¿qué músicos de tango te llaman la atención?
Un montón, el tango es espectacular, ni siquiera hay un tango, porque hoy te gusta uno más que otro, y mañana una orquesta más que otra, es un mundo, lo vas redescubriendo todo el tiempo. Los grandes músicos son los que todos conocemos, son los grandes exponentes los que sintetizan todo. Piazzolla, Pugliese, Di Sarli…
Hoy, por ejemplo, Julián Peralta y Pétalo Selser, que hacen un laburo espectacular, Juan Seren, los guitarristas del quinteto, yo (risas). Lo que hacen los chicos de Cuarteto la Púa con Vicky (Di Raimondo) es espectacular, lo que hace Julieta Laso, hay un montón de cosas, soy muy fan de Tensión Tango, Bordonas no cromo, el Tape (Alfredo Rubín), lo que hace Daniel Ruggiero está buenísimo.
¿Al día de hoy siguen reversionando?
No tanto, hoy son casi todos temas de Juan o míos, nos dejamos de joder con eso (risas). Tenemos igual “Troileano” de Peralta, después “Cadorna” que lo hice yo, pero para Astillero. Después el resto es nuestro.
Una vez te escuché decir algo que me llamó la atención que es que cuando escribís una obra siempre puede mejorarse hasta que la tenés que grabar y recién ahí soltás porque en algún momento hay que mostrarla. ¿Nunca te llega la sensación de conclusión?
No.
¿Por qué? ¿Cómo es esa sensación?
Porque te metes en unos berenjenales cuando compones, siempre vos tenés que tomar una decisión cada dos negras mas o menos, si va para arriba o no… siempre podés dar vuelta algo, y otra vuelta más, y otra… pero bueno, en un momento decís, ya está, vamos a otro. Lo que me quedé con ganas de hacer o no logré lo intento en el próximo tema. Y siempre es así, o tratas de perfeccionarlo hasta un nivel donde puede quedar un enchastre, o lo intentás en el próximo.
¿Qué cosas ves interesantes con respecto a las nuevas generaciones que se van formando en torno al tango de este siglo?
En principio junto a muchos de los músicos que conozco nos encargamos de transmitir esas enseñanzas que nos dejaron todos estos caminos, que al principio nos chocábamos contra la pared. Los músicos nuevos ya no se chocan tanto contra la pared porque se ve que, de alguna forma, se transmite de nuestra generación a la próxima. Me gustaría ver cómo va evolucionando todo esto. Las nuevas generaciones quizá hasta tienen menos prejuicios que nosotros porque nosotros nacimos escuchando el tango tradicional, clásico. Pero hay una nueva generación que por ahí crece escuchando La Chicana, y ya es su música. No lo cuestionan porque ya está establecido, es buenísimo eso.
En todas las generaciones hay un sector de los pibes que se copan con Pink Floyd cuando tienen doce años. Las generaciones que toman estas cosas que se fueron construyendo en estos últimos veinte años está buenísimo. Por ejemplo, lo que hace Pura Racha, Cuerdas del Plata también son la nueva generación. Nosotros ya somos los jovatos.
Bueno, no tan jovatos… (risas) quizá han vivido muchas experiencias, aprendizajes y transformaciones en pocos años.
Lo que pasó con nosotros es que éramos la novedad porque lo que hacíamos era distinto, pero después se transforma en una cosa establecida, quedó, es así, entonces sos medio un conserva. Porque ya tuvo su momento y después se establece, queda como una música aceptada. Te puede no gustar o te la podés apropiar, eso es porque se estableció.
Sentís igualmente que tu generación sigue teniendo búsquedas de transformación o le pasan la posta a los que siguen.
Creo que uno nace con una cantidad de cosas que te pueden llevar a ser original. A Piazzolla qué le vas a pedir, hizo todo, pero después ya no hay más ahí, y está bien que sea así. Después puede pasar que uno lo va haciendo más complejo, mejor, más lindo, pero uno puede tener una idea buena en la vida, no muchas más, después se lo puede ir perfeccionando eso. Pero está bueno que las nuevas generaciones tengan su idea y la vayan puliendo cada vez más.
Nosotros queríamos romper todo porque lo que veíamos en el tango era una cosa engolada, lo último había sido Piazzolla como una cosa distinta, pero en esa época, fines de los 90’ no existía ese impulso que por ahí tienen ustedes, las nuevas generaciones.
Hay quienes piensan que hay una ruptura en el tango y otros que es una continuación. ¿Vos cómo lo ves?
No, el tango es el mismo siempre, es una continuación. Nosotros de hecho usamos el nombre “Tango de ruptura” en el primer disco de Astillero, pero era justamente romper con esa cosa engolada. La ruptura quizá es romper con eso en todo caso, con esa imagen que tenía el tango. Hay una continuidad en la historia del tango, estuvo medio apagado en los 90’ porque estaba el rock y el tango “era una mierda, una cosa de los viejos”. Estaba el Tape que empezó como uno de los primeros a hacer cosas nuevas. Pero no es que se rompe con el género, el Tango es muy amplio, pero a la vez tiene sus límites bien definidos.

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