Representaciones de la estética del tango cuir en escena. Aproximaciones desde los bajos fondos del feminismo.

Por Leslie T. Fernández

 

Asistimos a un vivaz tiempo del tango. Un siglo XXI donde el tango muere y renace tanda tras tanda, en cada noche de milonga y en la intimidad del abrazo. En esta escena actual convive la tradición y la disrupción por igual. Muy lejos de lo que se piensa, convivimos en armonía, no sin antes cuestionarlo para imaginarlo diferente y mejor que nunca: de abrazos entre amigas y amantes, de varones dibujando la pista en tacos y zapas y de señoras mayores que invitan a los viejos milongueros porque ya no se bancan esperar y planchar toda la noche.

Las revoluciones agitan las calles del país, habiéndolas teñido de verde abortero y de la policromática diversidad del orgullo crítico. Trasladando esas búsquedas colectivas, sus aprendizajes y desafíos, a través de nuestra micropolítica y militancia encarnada, a cada manifestación artística y cultural de nuestras vidas. Aclamamos en nuestras clases de tango y en las milongas ¡el tango ya no es macho! (Pérez Pávez, 2020). Nombramos esas prácticas que nuestras compañeras lesbomilongueras empezaron allá por el inicio de los 2000s como tango queer (Docampo, 2018; Liska, 2018) o cuir si se quiere más sudaca. Tango feminista, tango disidente, tango resistente. Tango combativo y reactivo.
El tango se piensa a sí mismo. Siempre lo ha hecho y hoy nos toca a nosotrxs. Porque el tango feminista no solo es bailarnos libres y gozosxs en el rol que más nos potencie, sino también una propuesta epistemológica que contemple ópticas interseccionales urgentes de abrazar. Estas son, condiciones de clase, sexo-genéricas y ciertamente de colonialidad (Pontnau & Vázquez, 2020). Estas complejidades cruzan al tango en diferentes capas y dimensiones. Y es ahí, donde nuestros cuerpos en movimiento, receptores, atentos y capaces de afectarse de su música y poética ocupan el centro, como soporte para desplegar cartografías del deseo y pensamiento. Cuerpos que, en la performatividad del tango, bridan un sin fin de claves a desentrañar.
La reflexión a continuación se enmarca en esa búsqueda, la de ensanchar las lecturas feministas del tango que en los últimos años han abierto nuestras autoras tangueras, abordando la irrupción del tango queer en la estéril escena del tango para rejuvenecerlo y reinventarlo a través de sus abrazos sexo-disidentes, asimismo, aportando en torno al rol activo de las mujeres tangueras, especialmente a través de la apropiación del saber-poder de ambos roles en el baile (Carozzi, 2015; Liska, 2009; Cecconi, 2009) –también interesantemente descrito en Pujol (1999) y Quintar (2014)–. Estas autoras que han formado y agudizado mi manera de pensar y bailar tango han sembrado los cimientos de lo que yo abogo como genealogía feminista del tango (T. Fernández, 2021), más hay cuestiones elementales que restan aún por profundizar.
Me propongo así, darle visibilidad a una temática que me fascina desde experiencia sensible visual y desde que soy bailarina, también desde el uso de sus elementos técnicos-estéticos. Traigo entonces, al centro de la pista, problemáticas que me obsesionan cada vez que presencio una exhibición de tango: ¿cómo se ve y cómo se representa el tango, y particularmente el tango cuir, en escena? ¿qué lugar tiene la indumentaria en la propuesta cuir del tango? ¿cuáles son las continuidades y disrupciones respecto al universo indumentario del tango tradicional? ¿hay algo así como una estética cuir del tango?
Estas preguntas se tornaron urgentes en dos momentos claves del último tiempo: primero, siendo público de las competencias del Mundial de Tango del año 2023. Y luego, perdiéndome en la lectura de “El tango ha muerto en escena” del bailarín y campeón de tango escenario Hugo Mastrolorenzo.
En este trabajo abordo la relación entre feminismo y vestimenta, para luego repasar las claves necesarias para abordar la cuestión de la escenificación del tango / tango cuir. Continúo analizando cuatro propuestas recientes de estéticas cuir en escena, para concluir con las principales reflexiones que este recorrido me ha suscitado.
Este primer ensayo sobre la cuestión cuir en la indumentaria tanguera es también un homenaje a mis amigas y compañeras de baile y militancia feminista y disidente en el tango. Celebro su búsqueda creativa inspiradora. El apremio de comunicar en cada detalle de sus puestas en escena, la potencia política del signo rebelde.

Leslie y Brenda Milonga La Isla Queer, Buenos Aires.

Feminismos y vestimenta

La relación entre moda y feminismos es polémica. Especialmente cuando entran en juego las lógicas capitalistas destructivas de la industria. Aquí, sin obviar lo anterior, sostenemos que la moda como el vestir son ante todo un sistema de signos significantes, un lenguaje, y que como tal, los feminismos tienen lugar para desarticular, hacer sus propias lecturas y como no, transformarlos en un bastión de lucha. La indumentaria es un arte en sí mismo, de valor simbólico y con tremenda potencia de comunicación. Objetos del vestir se han convertido en verdaderos símbolos de la emancipación y lucha feminista y LGBTQ+. Pantalones, el velo islámico, los elementos de cuero del BDSM, nuestro pañuelo verde abortero como accesorio de identificación, etc.
La colectiva chilena Malvestidas activistas de la vestimenta, defienden que lo creativo y subversivo van de la mano, apuntando que “la indumentaria, como toda producción cultural, puede ser entendida como un elaborado y complejo sistema de adoctrinamientos y subversiones ante el poder” (Palma Arriagada, 2023).

Leslie y Ceci, 8M 2022, Buenos Aires. Fotografía: Luchi Cerna.

Representaciones estéticas de lo cuir en escena

Mercedes Liska (2018) apunta “si el tango queer es poder expresar libremente quién soy, la performance de género lleva asociada de por sí el elemento moda-ropa”. Tanto esta como otras autoras han descrito las características del vestuario en el baile social cuir: el uso de zapatillas, jeans y ropa cotidiana, señalando que los códigos de vestimenta se han relajado con relación a la tradición tanguera. En mi observación en las milongas cuir actuales, es que cada vez más patente el esfuerzo por transmitir la identidad fluida, trasladando elementos-objetos del vestuario de la cultura cuir a la milonga. Pero ¿ocurre lo mismo en una puesta en escena? ¿Qué eligen comunicar lxs intérpretxs a través de su indumentaria?
Mastrolorenzo en las primeras páginas de su sentencia fúnebre del tango en escena, dedica un apartado a los cánones de belleza y su reproducción acrítica en el tango. Aparentemente una sinergia de situaciones que llevaron a estandarizar la apariencia e imagen for export del género. Mucho de lógicas poscapitalistas en el arte. Así, remarca que el epitome de esta pérdida del aura (Benjamin, 2012) de la escena del tango, es la estetización del tango como fin en sí mismo (Mastrolorenzo, 2020). Sí, existe una esterilización en cierto sector, quizás el más visible. Pero también emergen fisuras a esa presentación hegemónica, donde se toman decisiones conscientes de traer a escena representaciones con elementos-objetos del universo tradicional y no por ello ser menos disruptivos. Me parece de lugar común pensar que una mujer no puede ser agente de su propia performatividad de género (Butler, 1990). Una mujer también se hace (Beauvoir, 2018) apropiándose y subvirtiendo su propio arquetipo de belleza, como así también los clichés de la sensualidad del tango a través de sus tacos y faldas de tajo. Anhelo una relectura de los tacos como armas de autodefensa feminista cuando toca volver de la milonga. Pero eso lo dejaremos para otra oportunidad. No obstante, valoro el guiño al problema del placer visual masculino (Mulvey, 1975) que el autor denuncia en la escena.
Yo, por mi parte, defiendo que el tango está reviviendo en nuevas escenas. La elección estética es también política. Y en ese sentido, el tango cuir, recogiendo su vertiente más conscientemente disidente, subvierte todo canon y toda norma establecida. Desestabilizando, también lo que entendemos por belleza occidental y patriarcal. Y quiero ir un poco más allá: además del vestuario, el tango cuir pone en cuestión qué tipo de cuerpos ponemos en la escena del tango, no solo los hegemónicos deseables, sino aquellos fuera de la norma que incomodan.
Las culturas subalternas, especialmente la cuir, se destaca por construir símbolos a través de lo que usan y muestran para comunicar su identidad y posición divergente en el mundo, así la vestimenta o moda genderqueer, se construye como pastiche y collage de lo camp y kitsch –de mal gusto, generalmente– (Sontag, 2022) apropiándose, recogiendo y reinventando también los elementos de la cultura heteronormativa. Porque en la lúdica de la perfomance y del tra-vestirse hay una subversión política. Esto me parece interesante, pues en las escenificaciones del tango cuir, veo una búsqueda por recuperar objetos clichés del tango más tradicional, ese de los pantalones de corte italiano de los viejos milongueros, del glamour de los vestidos de lentejuelas, los tacos. El problema es que no muchas veces el público, al haber estos elementos, puede percibir esa construcción lúdica y consciente en la puesta en escena del cuerpo y baile.
No existen tiendas de indumentaria de tango cuir en la ciudad. Nos inventamos nuestros looks con retazos de nuestros closet. Aplanamos Avellaneda y Once buscando tesoros. Resignificamos piezas sueltas de la tiendas de indumentaria tradicional. Tampoco tantas porque el bolsillo no da, sabido es que son creadas especialmente para el mundial y el público extranjero. Y las unificamos armando una propuesta estética de partes mutantes cyborg. Cual tangofrankenstein.
Ya lo anuncia Mastrolorenzo y lo he escuchado repetidas veces, si eso que vemos en escena no viste de tango y todo su imaginario clásico, ¿es acaso aquella representación realmente tango? Ni hablar si la propuesta trae consigo además disrupciones en el baile.
A continuación, me permito presentar cuatro análisis de la vestimenta cuir en escena, donde mis amigas han convertido el cuerpo y su indumentaria en contra-discurso y signo. Estos análisis se proponen como construcción y fantasía que dialogan, a través de una perspectiva interseccional, con otras épocas, géneros, razas y clases, desestabilizando la noción de feminidad pasiva, como también, la de masculinidades asociadas al trabajo obrero y la violencia. Poéticas que abren posibles rutas de sentido.
Si bien los ejemplos a analizar están agrupados en dos categorías, aparentemente opuestas, estas distan de proponerse en términos binarios y contrapuestos. Al contrario, están pensados como fugas de una misma relación articular que se alimenta y contagia entre sí por fuera de la heteronorma, desde otros imaginarios y experiencias. Donde el fin último es torcer el estructurado mundo de la indumentaria heteronormativa.

 

Figuraciones de la femineidad resignificada

Ceci y Vic: tangosirenas
Movimientos ondulantes como olas en el mar. Cielo y mar abierto tiñen sus ropajes de celeste y azul. Diversas tonalidades que refieren a las profundidades del mar, a la superficie de lo aparente y un trasfondo más oscuro. Estampados marinos en sus blusas ajustadas que no esconden la silueta de sus pechos. Joyas de perlas cultivadas, desde el mar a Coco Chanel, símbolo de lo bello y codiciado, ajustándole el cuello, embelleciéndolo con perlas preciosas de las conchas de mar. Que se abren al origen de lo femenino: El nacimiento de Venus de Botticelli. La cabellera pelirroja libre y larga coronada de flores en el (re)nacimiento del arte y del tango. La metáfora de las sirenas. La fluidez del agua y del género. Figura encandilante, hibrida y monstruosa, que al salir del mar, renace con piernas tangueras. Pantalones rectos, al estar fundidas en los ganchos de la otra, parecen colas de pez enredadas. Musas pérfidas y fatales que con su musicalidad y baile, fascinan, hipnotizan y enloquecen a los milongueros y marinos en su verdemar. Quien sucumba se le revelaran secretos y podrá conocer la verdad del tango.

 

Cecilia Navarro y Victoria Esquel en Milonga el Batacazo. Buenos Aires, octubre de 2023.

 

Anahí y Nati: tangueras sufragistas
Cortes de época en la pollera, blusa y en las solapas del saco que remiten a la moda de los años 50s. Solapas, siempre en punta masculinas, ahora redondas y rosas para feminizar. Negro terciopelo y elegante de corte criollo, local. Los pantalones bien puestos, cuando a las chicas solo le correspondía la falda por debajo de la rodilla. Ya nos librábamos de la dependencia del padre, el marido o a la iglesia. Rosa-mujercita en el interior de esta y en la blusa para burlar la supuesta inocencia y aparente inmadurez. Las telas de satén brillante como el futuro de la Segunda Ola por venir. Melena platinada y bien peinada a lo Evita Perón que no era adepta al tango. Dos símbolos populares de la argentinidad, re-unidos en esta fantasía. Cabello oscuro, rizado, trenzado y adiestrado en un recogido alto. Resignificar y apropiarse de los símbolos de la sumisión. Vestuario que representan los tantos tipos de mujeres que irán encontrando su propia singularidad en el vestir. O acaso también un guiño a una época donde las sufragistas consiguieron el reconocimiento para ser sujetas de pleno derecho, mientras amigas, hermanas y primas practicaban su baile en los patios del barrio. O quizás una representación y homenaje a las invertidas de época, esas que no aparecen en ninguna Historia del tango. De un lesboamor imposible en los grandes bailes.

Natalia Fures y Anahí Carballo. Vestuario Mundial de Tango 2023, categoría tango pista. Diseño de la vestuarista Laura Pérez.

 

Figuraciones de lo masculino, travestido y traslocado

Maikel y Carla: working-class tango
El overol, mono o jardinera es la prenda ligada a la clase baja, popular y trabajadora por excelencia. Traerlo a escena es una celebración a los orígenes del tango, aquel borroneado y adecentado entre trajes de dos piezas y vestidos de moda parisina. Los overoles de lxs obrerxs debían confeccionarse con telas resistentes. Acaso la misma resistencia de las comunidades disidentes ante cualquier inclemencia de estos tiempos en retroceso. Los botines bajos, ya parte de la indumentaria “típica” de las milongas queer o relajadas, refuerzan una posible intencionalidad por lo ambiguo, neutro o no-binario. Traer a escena el cotidiano de la clase trabajadora que en la edad de oro del tango gozó en los bailes, muchas veces travistiéndose para no desentonar. O simplemente como bailarinxs genderless de movimientos autómatas que despiertan entre la fluidez de la improvisación tanguera, cual tangocyborg de la interconexión sensible. 

Maikel Dobarro y Carla Brandoni en el segundo aniversario de la milonga disidente Tango en Fuga. Buenos Aires, noviembre de 2023.

 

Brenda y Carla: Tangobox
La conjunción de dos artes aparentemente distantes pero unidas por lo mismo: el movimiento y la pasión desmedida. Romper con el estereotipo del tango elegante, pulcro y relucir, trayendo a escena, la violencia de un golpe seco y el polvo que levanta. Tener plena consciencia de cada movimiento. Hay que ser rápidx, saber responder. Como el diálogo de la creación misma de la improvisación. Elementos estéticos del boxeo en el tango. Quehacer de hombres reapropiado por las pibas. La musculosa sudada y las vendas envolviendo sus puños listos para reconvertir el encuentro tanguero y su abrazo. La vida, como el tango, es un constante ring de pelea, llena de supuestos triunfos y fracasos. 

Brenda Salinas y Carla Brandoni. Intervención “TangoBox” para la obra de Hugo Mastrolorenzo y Agustina Vignau “Vacío”. Buenos Aires, septiembre de 2023. 

 

Apuntes finales

A través de esta reflexión quise aproximarme a la cuestión de la representación del tango cuir en su escenificación. Como primer acercamiento concluyo que existe en la escena cuir una incipiente búsqueda consciente por una estética propia, que esté en concordancia con el poner el cuerpo divergente en escena ya sea como acto y hecho artístico subversivo. En esa búsqueda creativa conviven estéticas, objetos y artificios reapropiados y resignificadas que beben de la tradición del tango como la propia de la cultura cuir. Propuestas conscientes del poder de la vestimenta como forma de lenguaje. La vestimenta en el tango es un problema no solo estético, sino también político.

Maikel Dobarro y Damián Gargiulo. Foto: Fabio Saltarelli

Maikel Dobarro y Damián Gargiulo. Foto: Fabio Saltarelli

 

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Bibliografía 

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Elena Pontnau, & Sonia Vázquez. (2020). Reescritura del género y estéticas descoloniales en la danza folklórica y el tango. En V Congreso de Estudios Poscoloniales y VII Jornadas de Feminismo Poscolonial.

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Hugo Mastrolorenzo. (2020). El tango ha muerto en escena. Editorial Dunken.

Juan Quintar. (2014). Que saben los pitucos: pasado y presente del baile milonguero. Universidad de Salamanca.

Judith Butler. (1990). El género en disputa (Paidós).

Laura Mulvey. (1975). Visual Pleasure and Narrative Cinema. Screen, Volume 16, Issue 3, 6–18.

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María Julia Carozzi. (2015). Aquí se baila tango. Una etnografía de las milongas porteñas. Siglo Veintiuno Editores.

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Sergio Pujol. (1999). Historia del baile: de la milonga a la disco. EMECE.

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Sofía Cecconi. (2009). Tango Queer: territorio y performance de una apropiación divergente. Trans. Revista transcultural de música, 13.

Susan Sontag. (2022). Notas sobre lo camp. En Obra imprescindible. Random House.

Walter Benjamin. (2012). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Ediciones Godot.

 

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