Por Sebastián Linardi
Edición de Fotografía, tomada del muro de FB de Victor Risso, con autorías plasmadas en las imágenes.

El gran percusionista, que se adentró en el mundo del bombo con platillo de la murga porteña, ex integrante de “Los Habitués” y actual integrante del fundamental proyecto musical “Bombo al Plato”, falleció tempranamente dejando un legado musical inmenso.

La muerte siempre es inexplicable. Shockea. Deja sin palabras y con sabores amargos. Pero cuando alguien muere tan joven, el sabor amargo se hace más espeso, indigesto, porque quedan flotando las preguntas sobre los caminos truncados.

La inesperada muerte de Ariel Poggi, nos deja con ese sabor amarguísimo.
La mayoría de quienes estábamos en el mundo del tango y la murga porteña, lo conocimos con la irrupción casi revolucionaria de “Los Habitués”. Un grupo que re creó el mundo del tango y la murga porteña a un formato 100% de escenario, en el que era comentario obligado no hablar de “el bombista de Los Habitués”. Es que Ariel, con un bombo con platillo de dimensiones minúsculas, simplemente hacía magia. Vistoso en su tocar, relajado, fluído, sus brazos pasaban mágicamente de un ritmo porteño macizo y tradicional hacia los firuletes más vertiginosos, donde parecía que la maza y el platillo se desconectaban tomando vida propia, en ráfagas donde parecía que se detenía el tiempo… para terminar cayendo, siempre, en los compases de la canción. Era imposible no mirarlo y ver su demostración de cómo el bombo con platillo era un instrumento todo terreno, en un permanente gesto en su vida artística, siempre latente, de “qué saben los pitucos”.
Músico estudioso de la percusión, sabio en su mirada de la música popular, jamás se creyó salvador ni jerarquizador del instrumento-alma de un género tan bastardeado desde las academias y circuitos comerciales del arte, como la “murga porteña”. Todo lo contrario, aprendió de los maestros orejeros y solo trató de darle su vuelta, a partir de lo que él era, teniendo siempre los pies sobre la tierra.   En esa clave integró y motorizó “Bombo al Plato”, el increíble proyecto artístico y pedagógico, en que tres bombistas (Agustín Lumerman, Juan Brusse y él) llevaban la coordinación y versatilidad del instrumento hacia fronteras inexploradas hasta entonces.
Y más allá de que en la música misma del grupo estaba la enseñanza, se ocupó de difundir y sistematizar pedagógicamente esa indagación musical.   Escribió así, junto con Juan Brusse, “Bombo al Plato”, un libro para músicos y percusionistas que plasmaba en pentagrama el alma del género porteño.
También con esa intención le hicieron un increíble reportaje a “Teté” Aguirre, uno de los bombistas más grandes de la murga porteña, bien del adoquín y del aprender haciendo del género en que, con su instrumento en la mano mechaba anécdotas con ilustraciones musicales y que quedarán para siempre como legado cultural rescatado para los que vendrán. En la misma sintonía, dió multitud de talleres de bombo con platillo, sembrando todo eso en decenas de bombistas.
Integró espectáculos teatrales como “Payasos en su ruta” donde actuaba y tocaba su instrumento querido y como músico en el fundamental “Ritual” dirigido por Luciana Vainer en el que la murga porteña era mostrada como la carne de una historia popular porteña de todo el siglo XX llegando hasta el presente.
Fue en ese espectáculo en que Ariel, a solas, emulaba con su bombo el latido de un corazón mientras una murguera bailaba hasta la luna.
Este cronista elige quedarse con ese sonido primordial, unido para siempre a su figura inmensa.
Falleció Ariel Poggi. Una pérdida ingrata e infinita para la cultura popular porteña y de la Argentina entera.
Como pregonaban Los Habitués, en ese comienzo donde ya estaba escrito lo que vendría y crecería, “Tango y Murga fué y será”.   Golpeando el parche de la luna, Ariel Poggi siempre estará.

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