Por Vanina Steiner
Fotos: Juliette Igier
Esta cantora desborda entusiasmo. Hace lo que le gusta, y como ella dice, es lo que la sostiene siempre, venga lo que venga. Tiene ideas y el impulso para hacerlas realidad. Y una voz profunda y arrabalera que transmite puro sentimiento.
Bárbara quienes te conocemos sabemos que sos una apasionada racinguista. ¿De dónde nace tanta pasión futbolera?
El fútbol está relacionado con lo que me pegó en la infancia. Tenía un amigo muy querido, Leonel, que era muy futbolero. Con él era todo Racing y con mi amiga Yanina eran las barbies. Leonel iba a la cancha todos los domingos, pero mi mamá a mí no me dejaba, yo tenía 9, 10 años. A mis 10 años, ¡Argentina era campeón del mundo! Maradona y el equipo de Bilardo campeón en México, eso te marca absolutamente a esa edad, y eso te va a marcar si después te va a gustar el fútbol o no.
Cuando estaba por cumplir 12 años, Racing sale campeón de la Supercopa en Brasil, lo primero que gana después de 20 años y de haber pasado por la B. Yo todo eso lo viví mucho con mi viejo. Mi viejo era muy Racing y muy tango.
Me hice requetefanática de Racing y a partir de ese momento, en junio del 88, le empiezo a quemar la cabeza a mi mamá para que me deje ir a la cancha. Cuando cumplí 12, ella me preguntó qué quería para el cumple y yo pedí ¡llorando! que quería ir a la cancha, que no quería otra cosa. Y ahí me dejó ir. Fui con Leonel, y fue algo mágico, porque él me tapó los ojos y me llevó hasta la punta de la platea. Cuando me los destapó, estaba jugando la tercera de Racing. Fue en la cancha de Velez, y tuve la suerte que ganamos 3 a 1! A partir de ahí, no paré más de ir a la cancha.
¿Tuviste una participación activa como socia del club?
Si, fui preparadora física de Futsal femenino. En aquel momento, lo importante era que el club volviera a manos de la gente. Fue como volver a la democracia. Ahí hubo una reapertura a todos los deportes, no sólo al fútbol profesional. Se empezaron a valorar las demás disciplinas (Futsal, Basquet, Patin, Voley, Box, etc) buscando con esto que el club vuelva a cumplir la función social que es de tanta importancia para el socio, el hincha y fundamentalmente para el barrio.
Además seguí yendo a la cancha, siempre con Leo. Ví a Racing campeón en 2001, en el peor marco en que lo puedas ver, con la devastación del país, con un amigo (Gustavo Benedetto) muerto en la plaza. Y a los dos años falleció Leo, mi gran amigo. En la milonga que da el nombre al disco, “Bien oeste”, lo nombro. Leo fue mi infancia pura.
Comentabas que tu papá era «muy Racing y muy tango…» ¿Él te acercó al Tango? ¿Qué recordás de esas vivencias con él?
Con mi viejo teníamos una serie de rituales inexplicables. El tenía un galpón en donde había como una garita con todas fotos de Racing. Lleno de posters y banderines que yo le traía. Escuchábamos el partido en el galpón. Y de ahí no nos movíamos ni para ir al baño mientras duraba el partido. Si había gol, el griterío era tremendo.
A el le gustaba todo el tango, y le gustaba mucho el Polaco Goyeneche. Un tango que a mí me pegó totalmente es “El sueño del pibe”. Analizábamos la letra con mi viejo, el perrito blanco, el piletón, eran imágenes que nos impactaban. Además, Diego (Maradona) lo cantaba, y eso me acuerdo que nos emocionaba mucho. Y era él quien me decía que cantara tango. Yo estaba en otra, había empezado a estudiar teatro.
¿Cuántos años tenías?
Empecé a estudiar teatro a los 24. Y Papá me decía que dejara «eso del teatro” y que cantara tango. En una obra se da la situación de que hay que cantar un tango, y lo hago yo, y a partir de eso me empezó a pegar más en serio el tema de cantar. Me interesaban mucho las letras. A mi viejo le gustaba mucho Manzi. Y nos colgábamos hablando de las letras, además el había ido a ver mucho tango, mis tías también. Mi abuela, que era inmigrante polaca, era retanguera. Mis abuelos en su juventud recorrían lugares para ir a escuchar a las orquestas.
Mi viejo nació en Villa Urquiza en una casa de pensión. Como en todo típico patio de conventillo era escuchar tangos todo el tiempo. En casa con Papá éramos de escuchar mucho la radio, la música era su cable a tierra. Los domingos a la mañana era levantarse y poner tango. ¡Así que te gustaba o te gustaba! (risas)
¿Y tus hermanas? ¿Hay alguna tanguera más?
De las 4 soy la única, a ellas no les pegó como a mí. Era la época de lo nacional muy fuerte, Charly García, Fito, los Cadillacs, los Pericos, los Redondos. Al lado de casa vivían unos amigos que eran absolutamente musicales. Con ellos también nos juntábamos, con grabador y mate. Mi amigo Diego tocaba la guitarra y con él sacábamos algunas cosas escuchando casettes del Polaco.
De los 13 a los 17 laburaba los veranos en una disquería. ¡El laburo perfecto! Me compraba los casettes de tango, en esa época recién estaban por salir los cds. Laburaba los veranos para tener plata para ir a la cancha. Con el primer sueldo me compré la camiseta de Racing, ¡Obviamente la original de Adidas!
Tu amor por el tango viene de la mano de tu amor por el fútbol. ¿En cuanto al fútbol, te discriminan por ser mujer?
Me dicen que cómo me gusta tanto el fútbol siendo mina. ¡Pero si no es cosa de hombres nada más! Yo estuve en discusiones sobre fútbol con 20 pibes, y te discuto con absoluto conocimiento de causa. Hay lugares en los que no me han dejado hablar de fútbol. No lo podés creer.
Me acuerdo que mi viejo me dijo que comprara la versión de Tanturi-Campos de “El sueño del pibe”. Así que sí, a mí el tango me entró mucho por el fútbol, y por Tanturi-Campos, después también mucho por el Polaco. El Polaco era muy “rockanroll” en un punto. Era por Adriana Varela, que en esa época empezaba, y ella tenía esa cosa rockera. O veías también una foto en algún medio del Polaco con Charly, por ejemplo.
Ahí había puntos de encuentro con códigos más cercanos, con una mayor identificación.
Claro. Y al mismo tiempo yo también seguía a todos lados a los Redondos. Viví toda la etapa “ricotera” a full.
Y desde el momento en que cantabas en tu casa y tu viejo te decía “dejá el teatro, cantá tango”, hasta el momento que dijiste “quiero hacer esto”, ¿qué pasó, cómo empezaste?
Hace 8 años más o menos que dejé el teatro. En aquella época estábamos haciendo una escena de “El organito” de Discépolo, una adaptación en la que yo al final cantaba “Yira Yira”. Fue a partir de esa experiencia que yo sentí que quería cantar tango.
Fue loco lo que me pasó. Una vez a la salida del teatro con una amiga caminábamos por el centro y yo venía pensando sobre las ganas que tenía de cantar. Mi amiga me preguntaba si estaba dispuesta a exponerme cantando, ¡y sí! ¡Quería cantar!
Pasamos caminando por el Bar de Julio. Estaba tocando Moscato (claro ahora sé quién es, en ese momento no tenía idea). Le propuse a mi amiga que nos quedáramos un rato a escuchar. Y le pregunto a Moscato si me deja cantar y canté “Muñeca brava”. Después intercambiamos teléfonos y charlamos pero la cosa quedó ahí. Otro día, también al salir del teatro, nos fuimos a cenar a una peña de cantores, ahí nos largamos con otro amigo que también quería foguearse en cantar frente a un público y empezamos a curtir la peña. Y así fue arrancar y empezar a pensar en cómo hacer esto.
¡Y arrancaste con todo!
Si, pero lo vivía con angustia porque no tenía ni idea de cómo empezar. Sabía y estaba segura que quería hacer esto. Tenía que tomar clases, sin tener muchos medios. Empecé a hacer fechas como en el Bar Ingrata, después nos invitaron a La Noche de los Museos.
En esa época yo estaba en la parte política de Racing, en la campaña de Rodolfo Molina para ser presidente. Y ahí fuimos con Claudia Gómez a llevar un poco de tango a algunas reuniones. Y me acuerdo que hicimos una en Notorious. Imagináte, ¡yo recontenta de cantar ahí! Ese día hicimos un tango que se llama “El amor hecho bandera” que es de Guillermo Fernández, que está en un disco de Racing, que dice “…mi vieja me dio la vida, pero vos el corazón”… el tema tiene muchas frases de las banderas que están colgadas en la cancha. Esos fueron puntapiés emocionales que me dieron mucho estímulo.
Después empecé a tomar clases con Roberto Catena, que tenía por entonces 92 años y era un tipo genial. El fue profe de Rivero y me contaba historias de alumnos que pasaron por sus clases. Fue mi primer maestro y me hizo conocer muchas cosas. Después me mudé, mis viejos se enfermaron, cambié de laburo, y todas esas cosas me llevaron a que deje de tomar clases con él. Pero por otro lado se daban otras cosas. Por ejemplo estaba jugando al fútbol en la UBA, y ¿quién jugaba conmigo? Amalia (Fischbein) que ahí la conozco, me cuenta que toca la guitarra y ¡tango! Viste como se dan esos encuentros… Ahí empezamos a laburar en “Pan y Arte” con Amalia y Pedro Ratto, con quien habíamos armado anteriormente un trío con dos guitarras, con él y con Nacho Iriart.
Hasta que llegaste al Porteñito…
Sí, fue por esa época que lo contacté al Cholo de Quiero24 y él me dice “veníte al Porteñito, que es un bar que está acá en la esquina”. Y ahí conocí a todos: Lucio Arce, Marisa Vázquez, Vivi Ayala, Quiero24, Facundo Radice… ¡todo un mundo! Para mí el Cholo fue fundamental, el me dejó participar por primera vez en un festival (el Festival de Tango de Valentín Alsina) y me recibió con el corazón en la mano. Y empecé a concurrir todos los meses a la movida de “El Porteñito”.
Después vinieron “El Bar de Julio” y “Sanata” con Javi (Díaz González) y venían todos, venían las chicas del club, amigos, familia y se re enganchaban!
Javi me decía que vaya acá y allá, pero en ese momento no podía mucho por el laburo. Un día voy al Faro y ahí me enamoré. La primera vez que lo escuché a Cucuza, y lo que él te genera, dije “este es mi lugar”. Para cuando él me invita a cantar en el semillero, el 26 de mayo del año pasado, yo ya era refarolera. ¡Ya me había recibido, no faltaba a ninguno! Y este año me invitó a su ciclo en el Tasso. Cucuza siempre me abrió la puerta y me aconsejó, y hoy en día es un gran referente. Las cosas más lindas me pasaron en el Faro.
Estás por presentar tu primer trabajo discográfico con Cordal Trío. ¿Cómo pensaron el concepto del disco?
Con Cordal Trío empezamos a trabajar el año pasado, y en noviembre hicimos una fecha en El Faro. En ese momento estaba tomando clases con Alejandro Guyot y el me decía que tenía que grabar pistas. Empecé a laburar unas pistas con los chicos de Cordal que también hicieron los arreglos. Ahí surgió la idea de usar ese repertorio para un disco. En aquel momento empecé a escribir, y ese fue un disparador también. Escribí la milonga “Bien oeste” que le da el nombre al disco.
¿Qué vamos a encontrar en este primer disco, “Bien oeste”?
Hay algo mío, como “Bien oeste” con música de Amalia Fischbein; hay temas nuevos de autores como Lucio Arce, Alejandro Guyot y Julio Coviello, y hay también temas clásicos, como algunos que hacían Rivero, Rosita Quiroga y Nelly Omar. Es una combinación de las cosas que a mí más me pegaron en el tango. Lo que más me identifica está en este disco.
A mí en el tango me gusta todo. Me gusta por ejemplo lo que hacen Julián Peralta, Lucio Arce, Cucuza, 34 Puñaladas, Tape Rubín, tanto como escuchar cantoras y cantores que marcaron al género en otras épocas.
Con “Noches Bárbaras” abriste un nuevo espacio para difundir a las cantoras, ¿cómo surgió la idea de este ciclo?
Empecé en marzo de este año con la idea de mostrar lo que pasa hoy con las voces femeninas. Reunir a cantoras con menos experiencia con otras que ya tienen más recorrido, para generar un espacio de generosidad, de encuentro y de intercambio. Hay muchas voces nuevas, justamente notaba que en el certamen Hugo del Carril (NdR donde Bárbara llegó a la final en 2012) había muchas mujeres. Igualmente este año, en el pre La Falda por ejemplo, eran más minas que varones.
Algunas de las invitadas que vinieron hasta ahora son Claudia Moreno, Jacqueline Sigaut, Agostina Pagella, Lucrecia Merico, Vivi Verri, y María José Ortiz.
¿Cómo organizás el ciclo?
Para “Noches Bárbaras” tengo un registro de cosas que escucho, de videos que veo, o cantoras que me escriben y las invito a que vengan a conocer el ciclo y ver si les gusta la movida. Yo quiero darle un espacio a todas, que se pueda conocer lo que hace cada una.
De esta experiencia me gusta también lo que sale en el momento, por ejemplo con Lucrecia pasó que hicimos un tanguito a dúo, y nos divertimos mucho. O el otro día que hicimos con Vivi y Majo las tres juntas “Toda mi vida” y a las tres nos quedó el tono, fue genial. Me gusta que haya un ámbito donde todas puedan mostrar lo que hacen. Que no importe si tenés más o menos trayectoria. Está buenísimo que haya voces nuevas. Si aparece una piba que está empezando, ¿qué le vas a decir? ¿Que tiene que esperar para cantar frente a un público? ¿Que se tiene que ganar un derecho de piso? Para mí no es así, para mí el tango es de todos.
La última fecha de “Noches Bárbaras” que fue en el Teatro Orlando Goñi, innovamos con una versión “For men” (para hombres) en donde los invitados por esta vez fueron masculinos: los cantores Osvaldo Peredo y Roberto Minondi, el poeta Mariano Pini, los guitarristas Leandro Nikitoff y Gonzalo Manzino, y el Quinteto Criollo de Mariano González Calo.
También empezamos con Fiorella (Arienti) un ciclo que se llama “Tango sin hombreras”, en el que hacemos un repertorio de tangos que hacían cantoras como Rosita Quiroga, Susy Leiva, las Bossan…
Bien Oeste
(Milonga)
Música: Amalia Fischbein
Letra: Bárbara Grabinski
Oeste que me forjaste
sobre tus calles austeras.
Silencio de tarde amarga
descalza, bien de purreta.
Chamuyo de barrio y mate,
serena angustia, vereda
y esas flores que en tu alma
esconden la primavera.
Mujeres, muchas obreras,
desfilan por estas calles
y otras que van y vienen
Yugando las capitales.
Los pibes gritan desmanes,
los viejos giran la cara,
tu mundo ya no descansa
entre vecina madera
Del monte de aquel Dorrego
queda tu casco bien fuerte,
se bate entre caravanas
la Ruta 3, bien Oeste.
Se funde en ese horizonte
la línea de aquella ruta.
Denotan por tus costados,
miseria, pibitos, putas.
En el fondo por Quesada,
se huele un color intenso
de los fuegos que cruzando
siempre suman algún muerto.
Tu ausencia en aquella Loma
entre los juegos de infancia
te fuiste Trapito un día
todo quedo en la distancia.