Entrevista a Alejandro Guyot

Por Celeste Blanco y Vanina Steiner
Foto: Diego Marés

En Adán Buenosayres, Leopoldo Marechal lanza una revelación formidable: “En virtud de su peso natural, el alma se coloca en el centro de la rueda”. Desde esa coordenada estratégica, Guyot aporta una mirada diacrónica sobre el tango donde gravitan en comunión música y literatura. El cantante, compositor y letrista de 34 puñaladas, nos invita a reflexionar sobre los diversos aspectos de un género complejo y en constante evolución.

¿Cómo nació tu vocación de cantor? ¿Siempre quisiste cantar?

Tengo un antecedente de cantor de tango, que es mi abuelo paterno. Mi abuelo Alberto cantaba tangos de manera amateur, era entrerriano, ferroviario, y cantaba tangos en Basavilbaso que era su ciudad natal. Aunque mi abuelo falleció cuando yo era relativamente chico, él era un gran narrador oral por sobre todo, y yo tenía una gran admiración por él. Cuando contaba historias de sus aventuras como ferroviario, toda la mesa familiar se callaba. Entonces, tengo que asumir que soy nieto de mi abuelo cantor. Tanto es así, que cuando venía mi viejo al Tortoni a verme cantar con El Arranque, o mis tías, se conmovía muchísimo al escuchar que yo cantaba tangos que cantó mi abuelo, creo que un poco por ahí viene la genealogía de esta vocación. Hoy por hoy se fue haciendo una profesión también bastante unida al tema de la escritura, de escribir letras, de componer canciones. La manera inmediata que tenía de probar esas canciones era cantándolas.

¿Es decir que tus inicios en la escritura son como letrista de tango?

No. Mi generación tuvo un comienzo amateur con la música desde el rock, un acercamiento desde el rock a la poesía urbana, y luego eso fue derivando hacia el tango. Muchos de los músicos de mi generación no se iniciaron en el tango, yo transité todo ese degradé de la poesía urbana rockera a la poesía urbana tanguera. Creo que la manera en la que yo podía acercarme a la poesía urbana antes de cantar en El Arranque en los años 96 y 97, era desde el rock, desde escuchar a Redonditos de ricota, a grupos como Don Cornelio y la zona, esa era mi manera de interpretar la ciudad, la ciudad que yo transitaba. Después eso fue acercándose al tango, y hoy es el lugar desde el que yo me miro a mí mismo y miro la ciudad que transito, padezco y disfruto.

¿Y cómo fue retomar el tango?

Bueno, tuve que hacer todo un aprendizaje de qué era tocar tango, de qué era cantar tango, cuáles eran los yeites, y al no tener un referente inmediato de la generación anterior, nos fuimos haciendo a la que te criaste. Sí hay referentes como el Tata Cedrón, con quien cada tanto me cruzo y siempre hay algo de lo que él me dice que tomo como una gran enseñanza; soy fanático del Cuarteto Cedrón. Pero bueno, no son muchas las oportunidades que tuvimos como parte de esta generación (yo tengo 38 años), de habernos cruzado a Goyeneche, ¡quién de nosotros llegó a verlo! Cedrón es uno de los pocos referentes vivos que hay, con el cual cada tanto tengo el privilegio de cruzarme o en algún lugar donde él toca o en algún café. Eso es un privilegio. Pero pará de contar, no tenemos muchos referentes más. Leopoldo Federico, a quien hemos cruzado en algún camarín, un tipo maravilloso también.

Es común que la gente identifique al tango con lo viejo ¿será por esta falta de referentes vivos de la que hablás?

Y, nosotros tuvimos que ir a hurgar a librerías de viejo para conseguir libros que tuvieran letras de tango, también a disquerías a ver qué material había, hace 15 años el material que había no era el mismo que hay hoy en Internet. Hubo toda una investigación que la fue haciendo cada integrante de cada grupo: de La Fierro, de El Arranque. En su momento estaba también la Post Tango, El Cardenal… cada uno se fue acercando como pudo.

Como en una suerte de reconstrucción colectiva…

Claro. Es que quizás es un poco exagerado pero el tango fue un desaparecido de la cultura argentina. Antes, cuando decía que cantaba tango era visto como un freak, un nerd, la gente pensaba ¿este bicho de dónde salió? Hoy en cambio, estoy súper orgulloso de nuestra generación porque aportó, y detrás nuestro viene una serie de pibes que empieza a tocar un instrumento y empieza a tocar tango directamente.

En relación a la función social del tango, ¿Te parece que sigue siendo un catalizador de experiencias marginales?

Yo creo que conserva el costado marginal en cuanto al mainstream, para hablar con una expresión muy poco lunfarda. Es decir, lo que sería el mercado de la música actual. Se está dando un fenómeno que ocurre tanto en el CAFF como en el Goñi y otros lugares más, que es muy potente y que tiene algo de subcultura; una especie de underground de B.A. que creo que lo representa mucho más que los Personal Fest y todas aquellas estrellas que se embanderan bajo el logo de una marca de celulares o de cerveza, donde el rock pierde su irreverencia. Entonces desde ese lugar el tango sigue teniendo una cierta marginalidad que lo hace muy atractivo.

¿Y hay un público potencialmente amplio para el tango de nuestra generación, o estaremos destinados al “under”?

El tango tiene un costado “under” muy fuerte, de hecho los lugares más grandes en los que grupos como nosotros podemos aspirar a tocar son el CAFF, el Goñi o el Tasso. La gran meca es el CAFF, el Goñi también es otro gran foco de producción, y hay un montón de espacios alternativos, más chicos, que temporalmente resisten el gran problema de las habilitaciones. El faro, que organiza Hernán “Cucuza” Castiello, es otro gran foco que me parece muy genuino. Y hay un público para esos ámbitos. El CAFF es un lugar que convoca de una manera tremenda, es como lo que era Cemento para grupos de rock de los años 80’ y 90’. Creo que hay un público para el tango de hoy, pero sigue teniendo esas dimensiones que a mí me parecen sumamente atractivas, que son salas de hasta 300 personas, ¡y eso ya es un golazo!

Quizás eso esté cambiando, vos decías que los chicos ahora se acercan al tango de una manera más natural, tal vez de acá a unos 5 o 10 años haya varios CAFF y varios Goñi, siendo el actual, un momento de pleno proceso.

Me parece que el tango se está ramificando y multiplicando de una manera increíble. Ya hay músicos que tienen 10 años menos que yo, y están tomando a Astillero, a la Fernández Fierro, a Ciudad Baigón o a 34 puñaladas como referentes. Son todos grupos que tomaron la posta y están laburando desde un lugar que está buenísimo. Julio Coviello, con cuyo cuarteto tengo el gusto y el honor de cantar como cantor invitado, dice: “la primera banda de rock que tuve fue la Fernández Fierro” ¡Con eso te dice todo! ¡El chabón empezó tocando tango! Por eso, yo creo que una de las grandes virtudes de nuestra generación fue animarse a comerse el garrón de ser la primera generación en volver a hacer tango.

En todos estos grupos que mencionás hay un nuevo planteo del tango, y pensamos que tiene que ver con formas de vida y estéticas propias de nuestro tiempo. También con las transformaciones que ha ido sufriendo, o celebrando, el espacio urbano.

Claro, yo lo veo como tango compuesto en tiempo real. En Bombay B.A, la intención fue justamente componer un disco que fuera una especie de espejo que reflejara la ciudad en la actualidad. Un espejo que quizás la deforma al reflejarla ¿no? Pero la idea era justamente ésa. Si el tango es la música que representó a Buenos Aires y a las otras ciudades del cono sur, Montevideo, Rosario, etc, la idea era volver a plantear esa relación entre la música, la poesía y la ciudad, con estéticas que poco respeten la nostalgia por el lenguaje tanguero, aunque sí la nostalgia intrínseca e implícita que está en este tipo de metrópolis. En ese disco en particular nos dedicamos a poetizar y musicalizar la ciudad de B.A. en tiempo real. Nos imaginamos una ciudad-disco, una ciudad entre pesadillesca, literaria y cinematográfica; que sería la ciudad Bombay B.A. Una ciudad de ficción que a la vez tiene la intención de ser un guiño a la real ciudad de B.A. Creo que en Astillero y en Ciudad Baigón hay un espíritu que conecta con esta visión.

Y con respecto a la poesía del tango actual, el sujeto que escribe ya no es el mismo sujeto de los años 20’ o 40’…

Y… pasó casi un siglo, un siglo de música, un siglo de poesía, un siglo de historia. Las estéticas fueron variando. Está bueno poder retomar históricamente. Todos estos nuevos discos de composición están empezando a salir con un delay de 10 años. 10 años después de que se retomara el tango. Yo fui miembro fundador de El Arranque, que empezó a tocar en milongas en 1996. Hubo que apropiarse durante 10 años del lenguaje del tango, para poder después componer desde un lugar genuino. A mí me parece que se están escribiendo cosas muy buenas. En relativamente poco tiempo se empezó a producir un material muy interesante.

Sobre todo en relación al lado más sombrío de Buenos Aires…

Sí, a la vez el lado sombrío es el lado bello. Me parece que vivimos en una metrópolis que se transformó y bueno… hay de todo y está todo mezclado. Hay grandes producciones de música y de letras. A mí me gusta mucho por ejemplo Rascasuelos, me parece que llegó a un lugar muy interesante. Astillero también, yo colaboré con ellos en algún momento así que me siento muy cercano tanto a la música como a la cuestión letrística. El Tape Rubín fue uno de los precursores o pioneros de la cuestión y a la vez la Fierro ha tomado muchos temas de él y los ha transformado a su estética. Sobre Ciudad Baigón, también me parece que está bueno lo que está planteando. Altertango es un grupo muy interesante: un grupo mendocino que se metió en la frontera dificilísima de hacer tango desde instrumentos eléctricos, con una cantante que es por un lado hipermoderna, te diría que a niveles de Bjork o PJ Harvey, pero a la vez parece una cantante de los años 30’. Pasando por Edith Piaf al cabaret alemán, es una mina tremendamente dúctil, y ese grupo me parece que está pelando cosas muy interesantes.

En los discos anteriores tienen un repertorio de tangos carcelarios, tangos reos, a pesar del paso del tiempo, los temas son recurrentes.

Es que el tango tuvo la virtud de ser un forjador de nuestra identidad. Fue una gran amalgama de distintas corrientes musicales, nacionalidades y dialectos. Si vos te ponés a pensar, en el lunfardo encontrás palabras del gallego, del genovés, del siciliano, es decir, la historia de tipos que se encontraban acá en B.A. y no se entendían por los distintos dialectos que manejaban. Por ejemplo: el canba o bacán, quiere decir en dialecto genovés lo que significa en idioma italiano, capo. Y es increíble como eso fue confluyendo en una música que hoy denominamos como un género cerrado pero que sin embargo, podemos escuchar en los violines de los gitanos rumanos, o en los tambores africanos. Siguen existiendo en los tangos de hoy temas por un lado universales y por el otro, que pintan al habitante de grandes ciudades como Buenos Aires. Cuando sacamos “Tangos carcelarios”, fue un repertorio que veníamos tocando durante los años 98’ 99’ y hasta el 2002, cuando salió el disco. En el medio pasó el 2001, y esos eran tangos que fueron escritos entre el 20’ y el 30’ en plena crisis del 29’. ¡Parecía que estábamos evocando fantasmas que volvían a aparecer en B.A!

¿Por eso eligieron ese repertorio? ¿Porque era la sensación del momento?

Sí. Por un lado tuvo que ver eso. Por otro lado, dentro de las orquestas que fueron surgiendo en torno al período 96 – 97, no había ningún grupo que retomara ese repertorio que fue prohibido varias veces en la historia argentina por el contenido marginal de las letras. Asimismo, el lunfardo fue prohibido varias veces, hubo hasta intentos de reescribir ciertos tangos lunfardos para sacarles las palabras de esa jerga, y que fracasaron totalmente por lo absurdo. Entonces nos parecía interesante recuperar ese repertorio, y de ahí salieron esos discos como Tangos carcelarios, Slang y Argot.

Ya que hablamos de lunfardo, ¿te parece que el tango debe seguir abierto a la confluencia cultural? Hay posturas más conservadoras que desdeñan las nuevas tendencias del tango justamente por su heterodoxia.

Esas son cosas que fueron signando la historia del tango y siempre se siguió adelante. Yo tengo una gran fascinación por la historia en general y la historia de la ciudad de B.A. Por un lado me interesa mucho saber cómo se tocaba el tango en tal momento, y por otro lado al ser un habitante de la ciudad de B.A. del año 2011 estoy continuamente influenciado por una realidad que no se limita a lo que es solamente tanguero. Es una confluencia de informaciones que vos asimilás y después en el momento de escribir, de cantar, de componer música, te sale como te sale. Por supuesto, vos tenés un criterio sobre lo que querés hacer y lo que no. Me parece que está bueno asumirse como una generación que volvió a rastrear en la historia musical, qué era el tango, cómo se tocaba, cuál era su idiosincrasia poético-estético-musical, pero también decir, bueno, lo estamos haciendo desde hace 10 años, ¿qué puedo aportarle a esto ahora? y asumir el riesgo. Si somos una generación bastarda dentro de esta cadena interrumpida de tangueros, si te sale un tango alterado por la realidad del año 2011, te sale eso.

El disco que está por salir, según la gacetilla de prensa, es una especie de “Soundtrack de la vida de 34 puñaladas”. ¿Cómo es la vida cotidiana del grupo, cómo laburan, cómo se ponen de acuerdo cuando hay varios que componen?

Sí, es un caos, básicamente la organización de 34 puñaladas es un gran caos, es una anarquía que funciona. No tenemos un líder o un director, somos 5 músicos que estamos constantemente interactuando. En Bombay B.A. uno o dos traían la idea original y después en el grupo se la volvía a moldear, se trabajó mucho en grupo. En general, es mucho más arduo que si comandara un líder y dijera tenemos que ir para acá, y todos agacharan la cabeza y fueran, porque si no se van del grupo. Está buenísimo, todo el tiempo hay un debate estético, musical e ideológico. El disco se llama “De la bolsa al ruedo” ¿Por qué eligieron ese nombre? La idea era justamente ver qué teníamos en la bolsa, qué nos había quedado en el equipaje todavía por mostrar, y grabarlo. El material proviene de cosas que tocábamos en alguna prueba de sonido o en habitaciones de hotel en situaciones relajadas. Los discos anteriores siempre partieron de un concepto: Tangos carcelarios… y buscábamos el lenguaje carcelario, en Bombay B.A. la idea era armar una especie de ciudad en esos 15 o 16 tracks, también desde la estética de las pinturas de Juan Lorenzo. El planteo en “De la bolsa al ruedo”, era sacarnos los gustos. Grabamos una milonga de Zitarrosa, una canción de “Pequeña orquesta reincidentes” que es un grupo que trabajó desde el rock abordando ritmos balcánicos, milongas, valses. Nosotros tomamos un tema de ellos que es “Gallo rojo gallo negro” y lo transformamos en una milonga, que quizás si hubiesen llegado vivos, la podrían haber grabado Rivero o Gardel. Justamente lo que queríamos hacer era tomar una composición de un grupo que se manejó mucho entre la frontera del rock y la música urbana tanguera, y apropiarnos de esa obra para convertirla en una milonga. Siempre pensábamos además, en hacer un disco de tangos camperos, y hay algo de eso, hay muchos tangos camperos que mantienen una visión de la vida que es casi filosófica. Nos gustaba tomar tangos como El Adiós, Por el camino, Olvidados, que son tangos que mantienen una cierta distancia con la ciudad y me parecen interesantes porque contrastan con Bombay B.A.

Además del tango ¿Qué otros géneros musicales te gustan?

La verdad que soy un melómano, desde el rock nacional… Redonditos de Ricota, Don Cornelio y la zona, Gustavo Cerati, Tom Waits, Nick Cave, Lhasa de Sela, Edith Piaf, también escucho Jazz, Fado, Flamenco…

Y como escritor ¿Cuáles son tus influencias literarias?

Adán Buenosayres, de Marechal, me parece una Biblia tanto en su tamaño como en su contenido, es increíble. De hecho estoy preparando una milonga inspirada en el protagonista de esa novela, la estamos escribiendo con otro cantor, Hernán Lucero. Me gustó mucho “Los siete locos” de Roberto Arlt. Tuñón, a quien conocí gracias a la música del Tata Cedrón, Cortázar, después poetas lunfardos como Julián Centeya, nosotros hemos musicalizado obras de él. Guillermo Saccomano me encanta, “El buen dolor” es un librazo, “El oficinista” me encantó, es como Bombay B.A. hecha novela, es una Buenos Aires apocalíptica, tremenda, un librazo. Alejandra Pizarnik me gusta mucho. En realidad como estoy escribiendo una novela me pasé más a la lectura de novelas, como “El otro Gómez” de Diego Paszkowski. Con respecto a poesía hay un escritor que me gusta mucho que es Germán Arens, autor de “Pueblada”. Otro libro que me gustó mucho es “El país de las últimas cosas” de Paul Auster, donde la idea también es la de una ciudad o país apocalíptico y me interesaba desde ese lugar. Leo bastante historia, medieval, historia de ciudades, pero no tengo una manera muy sistemática de leer.

Publicaste un libro de poesía titulado “Brumarios”.

Sí. En 34 puñaladas, lo que pasó con Bombay Buenos Aires, que fue muy importante para nosotros, fue que nos motorizó desde un lugar que teníamos un poco dormido cada uno de los integrantes. Yo volví a la escritura y a fin del mismo año en el que sacamos Bombay B.A. publiqué Brumarios, que también aborda a la ciudad como un objeto poético, a la ciudad y a sus gestas, sus posibles revoluciones. Edgardo González empezó a componer música para audiovisuales, para películas. Juan Lorenzo se reencontró con la pintura. De repente se desayunó con que su obra musical podía tener una continuidad en su veta como artista plástico, una veta que tuvo dormida casi 10 años. Entonces él empezó a laburar y a recuperar algunos cuadros que ya había hecho 10 años antes de tocar en 34 puñaladas. Lucas Ferrara hizo música, y sigue haciendo, para obras de teatro, Macri también. Bombay B.A. fue el momento bisagra en que pasamos de ser intérpretes, a ser compositores, autores de música y letra, y además, nos motorizó a los 5 integrantes a hacer diferentes cosas. Para nosotros ese disco fue llegar a un lugar de madurez, de cierre y de comienzo.

 

Publicado en Tinta Roja Nr. 2, Noviembre 2011

 

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