Por Celeste Blanco

Con Natalia Mancini en voz, Javier Díaz González en guitarra y Pauline Nogues al piano, el grupo dio su primer concierto el miércoles 25 en el mítico bar de Almagro.

A las 23 horas de un día hábil, Sanata rebasa de gente que se vuelca a la vereda para charlar y pedir fuego, poblando la colorida esquina de Sarmiento y Sánchez de Bustamante. Adentro, los músicos se preparan para tocar mientras la camarera cruza velozmente la nube de bullicio y risas, llevando y trayendo empanadas y botellas vacías.

Súbitamente, el fuego se inicia. Primero es apenas una chispa entre acordes iniciales y llamamientos al silencio. Luego, es el tango ardiendo en la sala.

El concierto arranca con el vals “Absurdo” (V. Expósito- H. Expósito) para luego revivir a una conocida antiheroína con “De mi barrio” (R. Goyeneche).  Avanza con “Después” (H. Gutiérrez- H. Manzi), “Junto a tu corazón” (E. Francini- H. Stamponi- JM. Contursi), y la milonga “Campo afuera” (R. Biag- H. Manzi). De a poco, el silencio se extiende en el bar y no es por casualidad.

Como ya se ha registrado en otras oportunidades, la cantante Natalia Mancini logra atrapar a la audiencia con su formidable manejo de escena y los matices de su voz. Una intérprete que deja todo en el escenario explotando al máximo la poética del tango. Pintando con igual pasión sus imágenes de dulzura y de rudeza, y reuniendo a oyentes de distintas generaciones bajo el emblema de una misma identidad.

Después de la milonga suenan “Marioneta” (JJ. Guichandut- A. Tagini), “Suerte loca” (A. Aieta- F. García Jiménez), y “Baldosa floja” (J. Bocazzi- F. Sassone- D. Gilardoni) para que Díaz González y Nogues alimenten la llama compenetradísimos pero también, intercambiando sonrisas y chistes entre sí. El resultado de este cóctel: una clara invitación a bailar, no obstante las características físicas del lugar no lo permiten esta vez.

El inevitable fin se precipita con los tangos “Nido gaucho” (C. Di Sarli- H. Marcó) y “Fueron tres años” (JP. Marín). El bis es para “Trenzas” (A. Pontier- H. Expósito).

Pese a las altas probabilidades de quedar preso de la actuación de Mancini, quien arrastra a su paso una nutrida troupe de admiradores, amigos y cantores, y suele evocar con su vestuario a las actrices de la década del 50’; es evidente que el trío funciona con absoluta horizontalidad. Los músicos brillan en sus instrumentos complementándose y divirtiéndose en el escenario como un grupo de amigos lo haría. Dando un espectáculo cuyo nivel es avalado por los prolongados aplausos y el éxito de la gorra.

Atendiendo al perfil social de Mentando tangos trío, se impone la feliz advertencia: atención bares y veredas, milongas y plazas de la ciudad, abran cancha al encuentro de estos tres músicos porque según reza la voz popular: «Donde hubo fuego, cenizas quedan».

 

 

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