por Anahí Pérez Pavez

 
El tango es un género que para su análisis requiere de una mirada historiográfica, una mirada hacia el pasado donde se descubren claves que nos permiten leer y entender el presente. Con el feminismo pasa lo mismo, no somos las primeras ni seremos las últimas.
       Hay un tuit de la escritora trans Camila Sosa Villada que dice “cómo me subleva que las feministas blancas de clase media mediáticas me hablen como si fueran mi maestra explicándome la tabla del siete, como si su tarea fuera educar al vulgo. Por qué no te bajás del poni, ridícula, y dejás de enseñar obviedades”. También circula una foto con un mensaje muy celebrado de un encuentro feminista donde una chica racializada lleva una remera que dice: “Callate blanca”. ¿Por qué son celebrados tuit y foto? ¿Por qué generan gracia e incomodidad? Creo que llaman la atención porque representan problemas que existen dentro del feminismo y que, aunque lo parezcan, no son nuevos. Estos problemas introducen la cuestión del feminismo interseccional y anclan sus orígenes en la segunda y tercera ola feminista.
       Ana de Miguel, es una filósofa española que historizó las distintas olas del feminismo y respecto de las activistas radicales estadounidenses de la segunda ola señaló que “otra característica común de los grupos radicales fue el exigente impulso igualitarista y anti-jerárquico: ninguna mujer está por encima de otra, las líderes estaban mal vistas, y una de las constantes organizativas era poner reglas que evitasen el predominio de las más dotadas o preparadas. Así es frecuente escuchar a las líderes del movimiento, que sin duda existían, o a quienes actuaban como portavoces, «pedir perdón a nuestras hermanas por hablar por ellas». Esta forma de entender la igualdad trajo muchos problemas a los grupos”. Según De Miguel este “igualitarismo se traducía en que mujeres sin la más mínima experiencia política y recién llegadas al feminismo se encontraban en la situación de poder criticar duramente por «elitista» a una líder con la experiencia militante y la potencia teórica de Sulamith Firestone”.
       El igualitarismo está presente en las grupas feministas, muchas tratan de llevarlo a cabo, con los problemas que a veces trae en términos de organización. También están las feministas entrenadas políticamente que asumen la necesidad de cierta jerarquización de las responsabilidades para dar paso a la organización política y la institucionalización. Lo cierto es que el afán igualitario se hizo presente en la historia del feminismo y lo vemos quienes participamos de colectivas feministas en la actualidad, la pregunta que me hago es: ¿podemos entender que en el feminismo cabemos todas?
       Ahí se me viene el otro problema que quise graficar con los ejemplos, el feminismo interseccional fue el que, en la tercera ola, a fines de los ochenta y comienzos de los noventa, entre activistas académicas también de EEUU, puso sobre la mesa con más ahínco la cuestión del racismo y de los privilegios. Muchas de nosotras leemos en autoras como Kimberlé Crenshaw lo que implica ser mujer, negra –o marrón- y pobre. La asimetría de poder que existe frente a las blancas con dinero, o entre las “hegemónicas” y las que no lo serían, por cuestiones patriarcales como la gordofobia, que vemos también en la música y la danza, lo cual no deja de implicar que el sexismo nos ubique por debajo de los varones cis a todas.
       Dentro de poco se cumplen dos años desde que las feministas del tango nos manifestamos junto a miles de activistas en torno al Congreso para clamar juntas por el Aborto legal. Ese 8A participamos de la Vigilia por el derecho que nos arrebataron. Las entonces militantes del MFT hicimos una milonga bajo la lluvia. Plantamos bandera entre paraguas y abrazos de tango. Y aunque la militancia feminista en el tango muchas veces se caracterice por el movimiento, la entrada y la salida, la dispersión y la unión, no podemos dejar de ver lo que hicimos de forma colectiva.
       Traje los ejemplos de interseccionalidad para mostrar hasta qué punto lo que nos pasa y discutimos hoy, es de algún modo retomar lo escrito por otras. Para distinguir también que el feminismo es una amistad política y una forma de conversar socialmente sobre el presente y sobre la sociedad que construimos de cara al futuro. Sin embargo, la amistad, sabemos todxs, no está exenta de problemas, diferencias e incomodidades.
       Mirar nuestra práctica feminista hoy es también tratar de encontrar vueltas nuevas a los problemas que entorpecieron la organización en el pasado. Leer teóricas de segunda o tercera ola no implica que nosotras no podamos pensar por nosotras mismas, al contrario. A mi modo de ver es comprender que estamos tan acostumbradas a conquistar espacios como arrebatos al patriarcado, que olvidamos que en el feminismo entramos todas.
 

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