Por Vanina Steiner

Temprano esta mañana, escucho “Los silencios”, el primer disco solista de Edgardo González. Lo hago mientras caliento el agua para el mate, y espero apoyada en la puerta de la cocina. Siento en la madera el vibrar de la guitarra y empiezo a ver todas las imágenes y sensaciones que esta música me trae: la calma de la llanura pampeana, su soledad y su fuerza. El verde del campo, las calles de tierra y los miles de insectos a contraluz en el atardecer caluroso. Siento el viento y oigo los truenos de esas tormentas que estremecen la llanura.

A medida que avanza el disco, veo también los andenes del tren saliendo de la ciudad, y la multitud de pies que se mueven a paso firme. Siento el aire agobiante de Buenos Aires, que podría ser el aire de cualquier ciudad despiadada y densa de cualquier parte del mundo. Siento la humedad de la llovizna del invierno porteño cuando al atardecer temprano se encienden las luces que, apenas tenues, insinúan las siluetas solitarias que apuran a sus refugios antes de terminar el día. Todas esas imágenes y sensaciones me dicen que este disco me cuenta una historia, o varias historias.

Así, el disco las anuncia en dos partes, con formato de suite: “Lo que nunca dejamos” y “Lo que siempre esperamos”. La primera la integran cuatro composiciones: “El cruce”, “Sombras”, “Ecos” y “La luna en el espejo de agua”. Aquí se evidencia el conocimiento del autor de la tradición musical de la provincia de Buenos Aires, relacionando en estas piezas elementos de la huella, el malambo sureño, el triunfo y el estilo.  

La segunda, más oscura, la integran “Ciudad oculta”, “Gente de la casa” y “Los recuerdos ajenos”, piezas en las que se percibe una conexión con el tango, con un claro lenguaje contemporáneo.

Por último, un “Epílogo” cierra este trabajo: “Gobbi y Nacho”, una composición que rinde homenaje a la búsqueda de la belleza y a dos importantes figuras de la cultura argentina, ambos con una biografía intensa: el violinista Alfredo Gobbi y el poeta Nacho Wisky, quien en una conversación, justamente, afirmaba «ni siquiera en sus momentos más atormentados, Alfredo Gobbi renunció a la búsqueda de la belleza». El tema incluye una cita de “Redención”, el último tango que compuso el gran Gobbi. Bellísimo cierre para este disco.

Lo mágico del arte y de la música es precisamente su poder de involucrarnos en su recorrido. Y eso logra este disco, una obra sensible que nos introduce en el mundo del autor y sus vivencias. Edgardo González ya nos conmovió como compositor de 34 puñaladas con piezas como “Falso abismo”, “Lezama” o “Cerrojos” por nombrar algunas. En este primer trabajo solista confluyen sus recorridos como guitarrista y compositor, su labor como docente y como productor musical. Todo su camino, hasta aquí, se une en esta obra bella, intensa, simple y minimalista también, revelando toda una intención en su simpleza. El clima que propone este trabajo es un diálogo entre la crudeza y la belleza, una síntesis de lo que es, en sí, la vida misma. Este artista no se apoya en su virtuosismo, pues lleva esta obra a lo que el arte realmente exige para poder ser.

 

“Los silencios”
Edgardo González
2017
Independiente

 

 

 

Se puede escuchar en este enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=tdB5ItQNlLo&feature=share

 

 

 

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