Entrevista a Julio Coviello, bandoneonista de la “Orquesta Típica Fernández Fierro” y del “Cuarteto Coviello”.
Por Sebastián LinardiFotografías: Magdalena Ladrón de Guevara y Sebastián Linardi
Hablar de Julio Coviello, es hablar de uno de los músicos que forman parte del riñón del nuevo tango. Bandoneonista histórico de la Orquesta Típica “Fernández Fierro” (está desde el 2002, casi desde el comienzo del grupo, nacido en 2001), en el año 2009 comenzó con un proyecto personal paralelo: el “Cuarteto Coviello”.
Arreglador y compositor, no solo creativo sino también curioso respecto a los géneros, su historia y su circunstancia (por ejemplo, se tomó el trabajo de leer todas las letras de Homero Manzi indagando sobre la presencia del machismo tanguero en sus letras), este músico navega entre dos mundos: el del tango tradicional y el arrojo hacia el abismo de la creación. En el intento de encontrar el difícil equilibrio entre el rescate de un legado rico y la novedad y sus incertidumbres, el Cuarteto Coviello editó dos discos «14» y “Llegaron”.
Tinta Roja lo entrevistó para que nos cuente sobre el concepto artístico del Cuarteto y cómo ve el presente y futuro de la nueva movida tanguera.
¿Cómo y por qué nace el Cuarteto Coviello?
Julio Coviello: Nace en el año 2009. El debut del cuarteto fue un 11 de noviembre de 2009 y fue como una mesa chica o un lugar de experimentación más dinámico que una orquesta. Un partido de once nunca tiene la misma dinámica que un partido de cinco. Arrancamos con Nicolás Di Lorenzo en el piano, Mariano Bustos en el contrabajo, Eduardo Lucente en la guitarra, Mariano Mazzei en la voz… y Julio Coviello en el bandoneón. Después de un año de tocar, se incorporó Alejandro Bordas en la guitarra eléctrica, en reemplazo de Lucente y, ya en febrero de 2011, incorporamos a nuestro segundo cantor, Alejandro Guyot. Y así nació el primer cuarteto de seis personas de la historia del tango.
El nombre del grupo es personal, pero sin embargo, es notorio que hay mucho espacio a la participación del resto de los integrantes.
La idea del proyecto es grupal. Toda mi formación fue en un trabajo cooperativo y grupal dentro de la Orquesta Fernández Fierro y creo fervientemente en ese tipo de trabajo. La diferencia entre el Cuarteto Coviello y otros proyectos que también llevan el nombre de su director, quizás sea más filosófica. En el Cuarteto las composiciones no son potestad exclusiva del director sino que es todo más abierto para que compongan todos los que tengan ganas. Mi vocación respecto al grupo es más sobre cómo organizar la actividad y tirar para adelante un proyecto, que como compositor exclusivo. Nuestra referencia más directa es la Orquesta de Osvaldo Pugliese que en todos sus años de trayectoria, unos 52 años, no fueron tantos los temas que compuso su director. Se decía que era la orquesta de los compositores. Fomentaba mucho el que cada uno componga y aporte a un proyecto colectivo y cooperativo, a pesar de que se llamaba la Orquesta de Osvaldo Pugliese.
En cuanto a concepción artística ¿qué une y qué separa al Cuarteto Coviello de “La Fierro”?
Son dos proyectos que marchan juntos. Sería como una cuestión de bigamia permitida en lo musical. Por un lado el proyecto de “La Fierro”, que este año cumple 13 años. Yo me incorporé al proyecto cuando tenía 18 y la orquesta era incipiente. Está buena la búsqueda de la orquesta por nunca quedarse en los laureles y siempre buscar un horizonte, aún después de conseguir una trayectoria y renombre. Ya hace años que estamos haciendo todos temas nuevos, temas que nunca fueron tocados por ninguna orquesta típica y escribiendo letras propias. Ya el disco anterior de la orquesta, que se llama “Fernandez Fierro” del 2009, eran casi todas letras nuevas y casi todos cantados (NdeR: el último disco año “La Fierro” salió en 2013 y se llama “Tan idiotas como siempre”).
En cambio el Cuarteto tiene otro camino. Nació en ese mismo año, 2009, y tiene más que ver con nuestra manera de pensar, también instrumental, pero tal vez más particular. Yo satisfago todas las necesidades con ambos proyectos… tanto la de hacer algo muy instrumental, como la de hacer algo más clásico. Y a la vez estar en la vanguardia, en la batalla, buscando un camino sin explorar. Y por eso, con los dos lugares, me siento en una posición muy entretenida.
En el Cuarteto hay dos cantores, como en las viejas orquestas típicas. En un formato más crudo y despojado, rescatan esa tradición. ¿Qué le da cada uno a las canciones interpretadas?
Le dan amplitud y uno puede elegir un repertorio que abarque tanto lo más teatral y apasionado como lo más reo. Y eso abre un abanico de posibilidades más grande que con un solo cantor. Además se complementan entre ellos, se llevan muy bien y hay como una admiración mutua. Mariano Mazzei tiene la mayor parte de su carrera artística dentro del teatro. Tiene premios Estrella de Mar, premios ACE y una formación en teatro clásico. Por eso, interpretando, tiene una capacidad actoral muy fuerte que va imprimiendo a las canciones. Y Alejandro Guyot (N.de R: también cantor del grupo “34 Puñaladas”) tiene todo el tango que puede pedírsele a un cantor. Además, ellos se llevan bien, en los dúos y en bambalinas, mientras nosotros tocamos los instrumentales.
Desde el comienzo llama la atención la brevedad de algunos temas instrumentales. ¿Esa brevedad, es por una necesidad de expresar de la forma más simple un concepto artístico?
Los temas cortos hablan de cierta síntesis y de una búsqueda por no dar vueltas sobre una misma cosa. Creo que una influencia grande es que, de los temas de Carlos Gardel, casi ninguno sobrepasa los tres minutos y hay muchísimos que duran dos y pocos segundos. Creo que esa estética está más cerca de la dinámica actual. Siento que, después de escuchar el disco del Cuarteto, se puede volver a escuchar. Y que en vez de dar vueltas sobre el mismo tema haciendo que dure seis minutos, el tener un tema de dos minutos y, en todo caso, escucharlo tres veces seguidas voluntariamente, es algo más cercano a la idea de la obsesión y de la repetición.
Hay agresividad en la música del Cuarteto. ¿Es la agresividad que artísticamente trata de destruir algo, o que solo muestra lo que les pasa?
La agresividad, en realidad es ímpetu… no sé si es del todo agresivo. Tiene que ver con una idea de interpretar o sentir la música. Todos los temas, de Bordas, di Lorenzo o los míos o mismo los temas que tomamos del tango de este siglo, de autores como Agustín Guerrero o Hernán Cabrera, están pasados por el tamiz de nuestra manera de sentir la música. Y coincidimos en la electricidad esa de distorsionar el sonido y que todo no sea tan prolijo, pulcro y redondo. Buscar que el sonido no sea redondeado y que tenga aristas y sea filoso, puede pensarse como algo violento, sí, pero es lo que es.
¿Que buscan mostrar cuando eligen re visitar un clásico?
Cuando abordamos un clásico, buscamos decir algo. Necesitamos que ese tema nos movilice y lo sintamos como algo actual. Por ejemplo en el último disco solo hubo tres tangos del repertorio tradicional. “Bahía Blanca”, por ejemplo, es un tema de Carlos Di Sarli muy poco versionado. Después de grabarlo tomamos conciencia que esas pocas versiones que tuvo se debieron mucho al fetiche de “el mufa” que absurdamente le cargaron al autor y, transitivamente, al tema. Pero el tema es bellísimo. Y lo que se escucha en nuestra versión, es una intención de tocarlo al principio como una milonga campera, que hace referencia directa al origen del compositor, que creo habrá escuchado más de una en su Bahía Blanca natal. Y encontrar eso, ya justifica grabar un tango tradicional.
A propósito, hay algo que resalta tanto en los tangos propios como en los clásicos de este segundo disco y es la clave de la milonga, que está explícita, como un latido primordial. ¿Qué es para vos la milonga en relación al tango?
La milonga es lo más criollo que tiene el tango. Está en la parte lenta y meditativa del tema de Alejandro Bordas, “Barrial”, también está en “Carne”(Coviello), que es una milonga más uruguaya que otra cosa… y de alguna manera está en las milongas más porteñas. “Milonga Infernal”(Coviello- Guyot) y “Milonga Oscura”(Cabrera). Es el condimento menos europeo que tiene el tango. Por un lado la rítmica libre de la milonga campera, con toda su dinámica que va en función de la melodía o el canto y por otro lado la cuestión rítmica de la milonga porteña que por otro lado también está impresa en la cuerda de tambores de los negros.
¿Y cuál sería la diferencia entre la milonga uruguaya y la milonga porteña?
La estoy inventando, no soy musicólogo. Digo milonga uruguaya y me imagino las milongas de Zitarrosa, más caminadas. Milongas más arpegiadas en la guitarra. Una milonga que no es una milonga porteña, pero que tampoco es bonaerense. Quizás esté inventando, pero es como lo siento.
El repertorio del Cuarteto no es solo tango. Hay folclore (de hecho le dedicaste una chacarera al barrio porteño de Boedo). También hay música brasilera. ¿Tiene sentido hablar todavía de géneros? ¿O en todo caso, de géneros pegados a tal o cual región geográfica?
Los géneros musicales nacen del análisis, de la clasificación posterior a la acción. Gardel no hacía folclore y tango. Hacía la música que lo circundaba. Después debe servir de algo clasificar, ya que es un vicio que tiene la humanidad.
A la hora de construir versiones o canciones nosotros abordamos esas músicas con la mayor autenticidad posible. Todos los intérpretes del cuarteto nacieron y se criaron en Buenos Aires y el conurbano, por lo que la influencia del folclore y el rock como oyentes es clara. Y nuestras versiones tienden a eso. Yo creo que hay muchas características que definen al folclore, al tango y al rock. Pero lo que nosotros hacemos es música que nos define a nosotros. Escuchamos tango, folclore y rock. La “Chacarera de Boedo” (N.de R: tema de Coviello registrado en “14”, el primer disco del Cuarteto), tiene un tratamiento muy poco folclórico y se puede ver la influencia de una mente medio tanguera. La versión de la canción de Tom Jobim y Chico Buarque, “Retrato em branco e preto” (N.de R: tema también registrado en el primer disco del Cuarteto) también tiene ese tinte. Lo que estamos haciendo, más que a un género musical, es definirnos a nosotros mismos.
¿Te animás a describir algunas líneas directrices del estilo del nuevo tango?
Siempre es difícil lo de los estilos de época y más si la estás viviendo. Cada integrante de su época, además, tiene su personalidad. Por ejemplo, una reflexión que hago, analizando desde la lejanía, es que ninguna letra de Homero Manzi habla mal de las minas. Ninguna. Vos buscas desde “Fruta Amarga” hasta “Malena” o “De Barro” y ninguna letra le echa la culpa a la mina o termina con la moraleja de que se hizo puta. Quizás fue una cuestión de época, pero quizá fue que simplemente él no lo sentía así. Entonces, cuando uno generaliza por épocas, en general comete injusticias. ¿Qué estamos viviendo ahora en el tango? Creo que ya se aprendió muchísimo de todo lo que ya se hizo en el género. Ahora se está buscando construir cosas nuevas, algunos buscando hacer buena música sin importar en qué genero está. Otros buscan estar dentro del género. Una de las cuestiones que hoy inclinan la balanza es hacia un tango medio “concertante”. Muchos músicos se inclinan hacia un tango para ser oído. Está apareciendo un tango para ser escuchado en sus letras.
Y otros músicos están buscando tangos para ser bailados, que no siempre satisfacen a los oídos que buscan innovaciones. Sería utópico e ideal que el tango que hoy se construya sea también una danza. Pero no nos sale del todo. La música del Cuarteto, por ejemplo, es muy rítmica, muy clara con eso. Busca concienzudamente las rítmicas del tango, que es parte de lo que define al género. Pero a pesar de ser muy rítmico sabemos que hoy no es una danza como para ser popular. A lo sumo es una danza para ser coreografiada. Así como la tanda de Pugliese es algo que bailan los bailarines que conocen Pugliese y les gusta eso, creo que una música rítmica como la del Cuarteto, se le asemeja. Claro que no somos tan bailables como Pugliese, eso ya lo sabemos.
Pero tampoco podemos hacer música que nos aburra. Entonces más allá que uno tenga la utopía de que la nueva música sea danzable, creo que la gran responsabilidad de que no lo sea, es de los mismos músicos y claro, de la música que les gusta escuchar a los músicos. Porque, con cierta inocencia, los bailarines se echan la culpa a ellos mismos, pensando que ahora tienen que aprender música para poder bailar y la danza no es así. La danza, si es danza, se te mueven los pies. Listo. Por eso buena parte de los bailarines detestan la música nueva y se quedan con sus grabaciones. Pero otra parte de los bailarines se dan latigazos y dicen que tienen que aprender música para bailar cosas nuevas.
Pero si a los bailarines les cuesta tanto llevar al tango-danza hacia las nuevas rítmicas ¿no deberían dejar que surja una nueva manera de la danza y ya?
Sí, pero contemplemos que no hay muchas danzas sin percusión. Eso, del tango, es una locura. Que algo te mueva los pies y a pararte de la silla. ¡Y sin percusión! Mi especialidad en danza no es el tango sino unas músicas más festivas como la cumbia y Rodrigo, pero lo que sienten los bailarines de tango cuando escuchan tango para bailar, es que se les mueven los pies. Y es difícil crear esa sensación desde la música. Y más liberándote de cierto canon para arrojarte de lleno a la composición.
¿Pero por qué? Es que, sin embargo, lo de ustedes es rítmico. ¿Qué es lo distinto para vos?
De mi larga noche de planchar en las milongas, como tantos, en no sacar a bailar y mirar a las orquestas y a los bailarines, creo que el bailarín, aunque no tenga los conceptos, baila las armonías, baila las frases de cuatro compases. Baila las pausas de las frases. Baila los segmentos claros en que empieza una parte y termina otra. Y todo eso, nosotros lo evitamos sistemáticamente. Evitamos las armonías predecibles, evitamos los finales de sección, que no parezca que termina algo y empieza otra cosa después. Entonces les hacemos difícil el asunto. A mí me gustan más las melodías cortas, no una melodía de cuatro compases. Y después de que se escribió “La Yumba” (O. Pugliese), ya nos gustan las melodías de medio compás (risas). Y bueno. Son los gustos. Así que hay muchas razones por las cuales una composición nueva puede llegar a ser difícil de entender y de bailar. A mí me pasa cuando bailo un tango fuerte, o Pugliese, que tengo ganas de agarrar a mi pareja, levantarla y sacudirla como a un bandoneón. Es una forma de entender cierta energía. Y también sé que la música que hacemos con el Cuarteto no genera una danza “de pareja”. Porque además las danzas que son más frecuentes en esta época, no incluyen el abrazo. Y son más expresivas. Claro que plantear que el nuevo baile de tango sea sin abrazo, es como demencial para el que baila tango.
¿Viste alguna vez, ya sea con la Orquesta o con el Cuarteto, a alguien explotar corporalmente con esas sonoridades nuevas, más allá de la danza del tango?
Solo en niños menores de 5 años… (risas).
Pero hacer tango no “danzable” también pareció demencial en cierto momento. Pienso en Piazzolla a quien criticaron muchísimo por eso.
Pero si lo pensás de cierta forma, siempre hubo tango no bailable. Si alguien baila Gardel es un “freak”, y Gardel es antes de Piazzolla. Siempre hubo un tango para escuchar. Pero claro, el bailarín de tango lo que encuentra en la danza del tango es el abrazo. De repente no conocés a una persona y la abrazas. ¡Es genial! Entonces, si la música que hacemos ahora no te da ganas de abrazar a una persona, es lógico que el bailarín de tango vaya para otro win. Entiendo a los bailarines y también entiendo a los músicos que elegimos no hacer frases de ocho compases o no hacer cadencias armónicas predecibles.
¿Hay algún compositor u autor de esta generación que te esté llamando más la atención?
¿El Tata Cedrón, es de esta generación?
No y sí…
Es que el Tata Cedrón creo que es el primero de nuestra generación que, desde su exilio en Francia, siguió escribiendo tangos y no se quedó en la tradición y en los laureles que supimos conseguir. Vos escuchas “Arrabal Salvaje” del Tata y parece un grupo que tenía las inquietudes del siglo XXI, que aparenta ser un siglo de ebulliciones. Vos escuchás eso y ves que es la misma generación. Una generación de búsqueda, de una instrumentación menos ostentosa que una orquesta típica. Que busca romper, con menos ínfulas que Piazzolla, pero que rompe igual. Después, en cuanto a compositores… me gusta “Milonga Oscura” de Hernán Cabrera, que la grabamos con el Cuarteto, me gusta “Lezama” y “Patrones del Calabozo” de 34 Puñaladas… me gusta “Milonga Cardinal” de José Teixidó (del grupo Amores Tangos)… ¡cómo me gustaría que mi música sea alegre como la de ellos, pero no me sale! (Risas). Me gusta “En silencio”, letra de “El Ministro” (N de R: Flavio Reggiani, bandoneonista histórico de la Fernández Fierro) y música de Yuri Venturín, que la tocamos con la Orquesta. Me gusta “Tristeza de Domingo” de Alorsa (La Guardia Hereje)… Me gustan más los temas en sí. No es que sigo a determinado compositor.
¿Pensás que el tango de esta generación ya tiene un público propio?
El público que va a ver a la Fierro, no es exclusivamente tanguero. Quizás es gente que busca música. Pero debe haber un público más tanguero que frecuenta los círculos y que conoce. Son muchos años de música, de búsqueda artística de muchos grupos, de los que cada vez hay más.
Hay público. Pero no hay tanto. Es un círculo muy pequeño.
En ese sentido, La Fierro busca no ir al público tanguero. Y en cuanto al Cuarteto… tenemos el corazón en el tango, grande… no somos tan modernos. Yo en la Orquesta aprendí mucho, incluido lo de buscar al público más allá del tango y todo eso. Pero al final soy muy tanguero. ¡Toco bandoneón, que querés! (risas).
La ortodoxia tanguera, contra la que, desde lo creativo, se peleó en tantas épocas ¿sigue viva como una realidad de peso, que habita incluso a buena parte del público o ya forma parte del mito de un pasado, tal vez ya no tan cercano?
Cuando empezó esta nueva movida, tampoco es que la ortodoxia, eso con lo que había que romper, era algo con mucho poderío. Uno trabaja y propone cosas diferentes a lo que ya se venía haciendo pero no es que eso todavía era un imperio. Sobre algo que no estaba funcionando, se dice “hagamos otra cosa”. Pero al menos en este siglo, esa ortodoxia ya no tenía fuerza y quince años después de que empezamos a tocar, cada vez menos. Esta generación ya se definió en cuanto a qué es lo que tiene que pasar arriba de un escenario y ya no hace falta confrontar con alguien. Hoy el lugar que uno ocupa, es el lugar que uno ocupa. Cuando no tenés lugar, me imagino que salís con la espada a hablar mal de alguien que ya tiene un lugar, pero la situación ahora está más allá. Y mismo entre los diferentes grupos de esta generación. Ya no hay tanta hostilidad entre nosotros.
¿La hubo en algún momento?
Había recelos de locuras juveniles… esa rivalidad de que el uno, el otro, tal grupo, tal otro… las hubo pero hoy cada vez menos. Quizás entre los más jóvenes, aún hay. Pero pelearse contra alguien es más por inseguridad que otra cosa. Si hay alguien que está denostando a toda una generación de tango es porque se siente inseguro y siente que todo el trabajo que hizo en estos años no es lo suficientemente sólido como para soportar a la otra generación que ya hizo tango.
¿El futuro, ya llegó?
No. No creo. Es un proceso largo, una historia larga. Aunque no sé si esta generación tiene una historia larga por delante. Yo creo que cuando se junte la danza, la música y la poesía, se volverá a una mayor popularidad. Pero esa alquimia es difícil de formar. Es el horizonte que, creo, sería el único posible para que se vuelva a una popularidad grande del tango. Ese sería “El Dorado” de esta época. Que sirva, aunque sea, para no dejar de buscarlo.
• N.de R: Luego de la realización de este reportaje, el guitarrista Alejandro Bordas abandonó el Cuarteto Coviello. Ahora convertido en trío (continúan Julio Coviello, Mariano Busto y Nicolás Di Lorenzo) el grupo pasa a llamarse “Cañón” y, además de continuar con el repertorio del Cuarteto, prometen incluir, para el 2015, novedades en su concepto artístico.