Por Enrique Binda

Es una creencia muy difundida que a principio del siglo XX, el tango era una música que sólo tenía vigencia en Buenos Aires. Y más precisa y equívocamente, se asegura que estaba confinado al interior de los prostíbulos o en el mejor de los casos, circunscripto al arrabal.

Existe profusa documentación que testifica una presencia inmensamente más amplia, abarcando toda la Ciudad e incluso el interior del país. Y quizá más sorprendente aún es que, ya a partir de 1905, se hallaba diseminado por el extranjero.

En este trabajo referiremos en particular a la producción discográfica, como vehículo de difusión del tango. Hablando de valores económicos, a comienzo de dicho siglo el precio tanto de los discos como de los aparatos reproductores, era caro. Lo cual resulta elocuente acerca de las características de quienes adquirían estos productos. Evidentemente, público con un poder adquisitivo no propio de malvivientes ni habitantes periféricos o del arrabal.

Pero nos concentraremos no en el aspecto sociológico, sino geográfico-comercial, de la difusión tanguera. Debe tenerse presente que hasta aproximadamente 1910, la mayor parte del material grabado en el mundo tenía el carácter de «internacional», esto es, era compartido entre los adquirentes de América y Europa. De este modo, se lograban tener catálogos más abundantes que si se ofreciesen exclusivamente repertorios locales. Además, en estos años el sonido grabado tenía aún un fuerte componente de magia técnica, por lo cual en cierta medida poco importaba lo que se escuchase, con tal de acceder al milagroso dispositivo.

Dentro de este contexto, en 1905 se realizaron grabaciones en París y Londres de repertorio criollo, para lo cual fueron enviados cantores nacionales y monologuistas. En cuanto al aspecto instrumental, el plan de grabaciones londinense incluyó entre otros géneros, tangos interpretados por una llamada Banda Real Militar. Obviamente, el director tuvo a su disposición las pertinentes partituras, a fin de crear las orquestaciones de los temas. Compárense estos datos, con los ejemplares de “La morocha” llevados a Europa por la Fragata Sarmiento: por haber sido compuesto este famoso tango a fines de 1905, su llegada se habría dado recién durante 1906. Esto es, aproximadamente un año después.

Denotada así la implícita circulación de partituras tangueras por el Viejo Continente en 1905, recordemos que estos discos salidos bajo el sello Gramophone integraron el catálogo internacional europeo de esta marca. A su vez, esta compañía estaba asociada con la Víctor norteamericana, por lo cual las mencionadas matrices también fueron prensadas en Estados Unidos y en cierta proporción, distribuidas allí y en los países centro y sudamericanos.

Por supuesto, a través de ambos sellos llegaron tales discos preferentemente a su destino principal que era nuestro país, dado su repertorio argentino-uruguayo. Pero vale reiterar que por tales años (1905), preferente no significaba exclusivo.

Puntualizando los casos, la mencionada Banda Real Militar dejó una curiosa matriz con dos tangos, interpretados uno a continuación del otro, luego de una breve pausa. Se trató de la 2.052e, hallable por lo expuesto en disco Víctor 3.009 de una faz y 62.146-A de doble faz, con  “Guido” y “La payada” de José Luis Roncallo. Asimismo, esta Banda grabó el tango “Ay, chinita” cuyo autor desconozco, matriz 2.084e, discos 3.014 (una faz) y 62.151-A (doble faz).

Reitero que estos simples datos, contradicen totalmente a quienes le adjudican al tango una limitada presencia, ligada tan sólo a locales de mala fama del arrabal porteño.

Otro caso mencionable es el del sello Columbia. Los discos fabricados en USA tenían diversas series, interesando a nuestros fines la «C» dirigida al mercado hispano-parlante en general y la «T», propia de Argentina. Para esta empresa, la Orquesta Típica Pacho grabó en 1913 un tango titulado «Chile», comercializado entre nosotros  como disco TX 766, matriz 57.227. Pero hete aquí que también fue distribuido a lo menos en territorio chileno, con etiqueta internacional C 2.744. Aunque tan sólo se haya vendido en Chile, nótese dónde y cuándo se escuchaba genuino tango por el famoso Cuarteto Pacho. ¿Habrá sido el único disco de esta orquesta vendido allí?

Dado el amplio espectro del concepto «hispano-parlante», Pacho no fue el único artista argentino aparecido en la serie C. Y por otra parte, téngase presente que los países centro y sudamericanos costeros del Pacífico, se abastecían de modo integral por los buques que venían desde el norte. Luego, sería factible la presencia de repertorio criollo en Colombia, Ecuador y Perú,  en cuyos puertos los barcos amarraban antes de llegar a Chile. Siendo más abarcativos, puede asignarse posibilidad a que se hayan comercializado ésta u otras grabaciones, en España o Méjico.

Tenemos otro ejemplo. Como en nuestro país no hubo fábricas hasta 1919, los discos eran producidos en Estados Unidos (Columbia y Víctor) y Alemania (resto de los numerosos sellos). Por ello, cuando al estallar la Primera Guerra la industria germana se volcó a fines bélicos, cesó abruptamente el flujo hacia nuestro país. Para subsanar esta situación, los propietarios de aquellos sellos locales subsistentes entablaron negociaciones con las dos fábricas que por entonces había instaladas en Brasil.
La principal de ellas era la Odeón de Río de Janeiro propiedad de Fred Figner, la cual comenzó en el deslinde de 1914/15 a fabricar discos de esa marca, en base a matrices grabadas aquí, destinados al mercado argentino. Sin embargo, existen placas de principio de la década de 1920 con grabaciones de tango por la orquestas de Firpo y Canaro, que fueron comercializadas oficialmente dentro del Brasil con la etiqueta propia de los Odeón de ese país. ¿Desde cuándo habrá sucedido? ¿También hubo discos de otros intérpretes, por ejemplo Gardel, circulando simultáneamente por Brasil?
Esta doble distribución es demostrable asimismo respecto a la otra fábrica, ubicada en Porto Alegre. Su propietario era Saverio Leonetti, quien prensaba las matrices que le enviaban desde Buenos Aires correspondientes a los sellos ERA, Atlanta y posteriormente Telephone, con destino al mercado argentino y uruguayo. Pero, además, las editaba mediante marcas propias en todo el sur del Brasil. Esta operatoria, con la cual incluso llegaron a venderse discos de orquestas típicas en San Pablo (y plausiblemente Río de Janeiro), duró aproximadamente desde 1915 hasta 1920.
Tal actividad, la cual ignoramos si contaba con el consentimiento de los empresarios y artistas argentinos, fue una importante e insospechada difusión dentro del mercado brasileño. Diríamos que constituyó una verdadera penetración cultural.

Un caso ejemplificativo (pero en absoluto único), son las grabaciones de la Orquesta Típica Pacho realizadas en 1917, de los tangos “Re, fa, si” de Enrique Delfino y “Tierra Negra” de Graciano De Leone y Juan Francisco Noli. El disco salido en nuestro país, con matrices 32 y 34, llevaba el número de disco 2.016 del sello local ERA. Hasta aquí, todo bien. Pero además, Leonetti editó estas mismas matrices en el disco Nº 209 de su sello brasilero Phoenix, el cual según datos de etiqueta, efectivamente se llegó a vender incluso en San Pablo. Nótese que, al mismo tiempo que el famoso “Re, fa, si” se estrenaba en Buenos Aires… ¡también se difundía en todo el sur brasilero…!

Por ello, no debería sorprender haber sido convocada la orquesta de Julio De Caro para actuar en Río de Janeiro durante 1927. Suele pensarse que con ella se originó el contacto del público brasileño con el tango. El cual por el contrario, lo conocía a través de discos… ¡desde casi quince años antes! Así las cosas, De Caro no viajó para intentar imponer un género musical, sino que lo hizo para satisfacer una demanda previamente existente en materia de tango. En resumen, lo que se suele tomar como una causa generadora, fue en realidad un efecto.

Otro caso, también detectado en Chile, lo constituye la proliferación habida en ese país a lo menos desde mediados de la década de 1910, de discos «piratas» prensados a partir de grabaciones originales. No puedo precisar cómo se alimentó y prosperó este mercado paralelo, conteniendo originales de Víctor, Odeón y Brunswick. Si bien el nombre de los intérpretes aparece adulterado, o lacónicamente indican ser cantado por un «tenor» o interpretado por «orquesta», son reconocibles artistas de las mencionadas marcas. Como particularidad, los discos podían ofrecer en cada cara dos intérpretes distintos de un mismo sello y aún de dos competidores.

Por la cantidad de ejemplares que continuaban integrando los lotes de usados  hacia 1990, puede estimarse que en su momento (1914 hasta 1930), las ventas de estos discos rondaron el 20% del material ofrecido en Chile. Y acorde a lo pregonado en las etiquetas de alguna de sus marcas (hubo varias), habrían recibido algún premio en una exposición en Bolivia. Con lo cual, recordando lo dicho sobre los países costeros del Pacífico y más allá de su ilegalidad y el interrogante acerca dónde eran fabricados, téngase en cuenta esta otra desconocida fuente de difusión de nuestro tango.

Como dato ilustrativo, el disco pirata más antiguo hallado por nosotros se corresponde al original Víctor 65.904-A, matriz B 14.285-1, con el tango «Alfredo y Juanito» de Celestino Pedro Ferrer, grabado por la Orquesta Argentina Loduca en USA el 07/01/1914. Por supuesto, para disimular en el disco apócrifo se hallaban desfigurados tanto el título como la mención del intérprete. ¡Pero permanece visible en la pasta, como en muchos casos, el número de disco!

Pero no fue el único modo en que Chile se abasteció de grabaciones argentinas. Ya hacia 1923, llegaban discos Víctor fabricados en USA. Cuando luego a fines de la década comenzaron a instalarse las fábricas de Odeón (al principio como exclusividad de Max Glucksmann), Víctor y Brunswick, inmediatamente comenzaron a editar discos fabricados a partir de matrices argentinas. Incluso, existen grabaciones que sólo se dieron a conocer en Chile, así como discos con distintos acoples a los conocidos en Argentina. Y me estoy refiriendo a las orquestas de Canaro, Firpo, Mafia, Brignolo, Típica Víctor, las voces de Charlo, Azucena Maizani, Alberto Gómez, Ruiz-Acuña, Rosita Quiroga, Agustín Magaldi, etc., etc. ¡Vaya difusión tanguera fuera de nuestro país!

Abundando sobre este aspecto, un catálogo de principio de la década de 1930 anuncia la venta de discos por diversas orquestas típicas argentinas. Por tratarse de una publicación periódica con anteriores ediciones, puede inferirse que tal tipo de grabaciones se vendían desde aproximadamente 1926. ¿Dónde se hallaba el comercio que los ofrecía? Pues en La Paz, Bolivia. ¡Genuinos tangos argentinos, por orquestas como las de Canaro, Firpo, De Caro o Maffia, vendiéndose en Bolivia a lo menos desde 1926…!. Aclárase que si bien los sellos publicitados eran Odeón y Brunswick, por las razones apuntadas no resulta descartable que también se haya comercializado el catálogo Víctor.
Basado en este panorama, puede decirse que los films de Gardel no fueron hechos para generar un mercado sino, por el contrario, satisfacer la demanda ya existente. Resulta lógico que después de años de consumir discos del cantor, con la llegada del cine sonoro los públicos hispano-parlantes hayan querido además disfrutar de su imagen. Y de allí, la decisión de rodar tales películas. Como en el caso del viaje de Julio De Caro al Brasil, la supuesta causa fue en realidad un efecto de la popularidad previa, habida a través del disco. Ya sea de un intérprete en particular, como del tango como genérica expresión musical.

Si lo expuesto contradice a quienes gustan de confinar al tango a locales de mala fama, o a la mítica esquina de Suárez y Necochea, o sólo a Buenos Aires, o sólo a nuestro país… pues bien, por suerte… ¡no fue así!

Publicado en Tinta Roja Nr. 1, Agosto 2011

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