El libro “La palabra también” recopila canciones y poemas de Raimundo Rosales escritos en los últimos 15 años. Fue publicado en la colección Mandrágora Porteña que reúne las producciones de nuevos letristas y poetas de tango de la editorial Milena Caserola. Después del afectuoso prólogo de Horacio Ferrer, se encuentran las Canciones posibles, distribuidas en dos partes, un interludio, una parte de poemas y un epílogo.
Las canciones son posibles porque Rosales recicló sus viejas herramientas de artesano en este oficio de la cancionística. Sus letras para ser cantadas tienen una estructura que las sostiene firmemente y una rima a prueba de bombas. Y por eso los compositores que trabajan junto a él, encuentran el camino tan allanado.
Todo lo contrario sucede en la sección de poemas. Allí las palabras acuden libremente sin la más mínima intención de llevar música. Aunque hablen acerca de ella en muchos casos.
Como en un espectáculo de Murga porteña, la parte del medio está ocupada por el homenaje. El interludio del libro agrupa las canciones dedicadas a personas contantes y sonantes, como Horacio Ferrer, Piazzolla o Marilyn Monroe entre otros. Sin golpes bajos ni efectos demagógicos, Rosales reúne evidencias para la admiración de estos grandes, sin hacerse pasar por amigote ni dejarnos afuera con chistes internos.
Me pregunto si la letra de Cerca de la medianoche no debería estar aquí, ya que sospecho un homenaje a Scarlett Johansson entre sus versos.
Raimundo Rosales nació en Buenos Aires, en el Barrio de Saavedra.
Esa primera oración en la solapa del libro explica algo fundamental en la poética de este autor: que no hace falta ver para creer.
El barrio de Saavedra está atravesado en sus entrañas por un arroyo, el Medrano, invisible desde el nivel de la vereda. Yo creo que es por eso, que el libro está poblado de personajes y presencias intangibles para muchos, pero que Raimundo puede captar con su antena. Sus letras están habitadas por fantasmas de luna, milongueros volvedores, bandoneonistas errantes y Polacos que nunca dejan de cantar para el barrio.
En el prólogo, Ferrer, pone al autor dentro de un árbol genealógico que seguro lo hará sentir orgulloso “Rosales, lo mismo que Cadícamo, García Jiménez, Discépolo, Le Pera, ambos Homeros, Cátulo, Negro y Eladia y todos nosotros los demás, que abrazamos, con ilusión y ansias de ser escuchados y apreciados, esta trovadoresca esperanza de alcanzar el alma de los otros con unos tangos bien nuestros.”
Unos tangos bien nuestros. ¿Qué es lo que hace que sintamos que un tango nos pertenece? Arriesgo una hipótesis: que hable de nosotros. Pero en este caso no es con el estilo de buscar definiciones, como muy bien lo hizo Eladia en su momento. Se trata más bien de hablar de nuestra época. Estas letras hablan de lo que nos pasa ahora. Un ahora que cambia como cambian los vientos y los tiempos y a la vez, arrastra algunos detalles eternos. Como la melancolía tan propia de la gente de un puerto.
En Tango y mugre, una bisagra escrita en el invierno del 2002, se preguntaba ¿cómo hacer nuevos tangos en la hora en que todos perdimos la inocencia? Y por eso una parte de esos nuevos tangos tienen un sentido político. Están insertos en una historia nacional que tuvo exilios, nietos apropiados por la dictadura y muertos por el gatillo fácil.
Los héroes de sus tangos son héroes y heroínas colectivos.
Porque en estos tangos también se cuenta que esos nietos son recuperados por las Abuelas, que hay mujeres que hacen milagros con un cucharón en los comedores de los barrios y que la gente, como los arroyos, siempre sale del pozo.
La palabra también
Editorial Milena Caserola
Colección Mandrágora Porteña / Nuevos Letristas y Poetas de Tango
Ver también:
https://www.tintaroja-tango.com.ar/2012/08/las-letras-de-raimundo/