Franco Luciani Tango Trío

Por Santiago Federico Richetti

Tu vals. Música: Franco Luciani / Letra: Raimundo Rosales

Hablar de Franco Luciani es hablar de uno de los músicos argentinos más prodigiosos de toda una generación. Armonicista, seguidor de la línea inaugurada por Hugo Díaz, hacedor de su propio sonido, Luciani es hoy un referente del tango al que podemos vincular, por la semejanza en lo relativo a los ideales que movilizan su peculiar búsqueda estética, con otras reconocidas figuras del tango de la actualidad, como ser Lidia Borda, Diego Schissi, Brian Chambouleyron, entre otros. La trayectoria de este joven músico resulta harto rica y compleja: nacido en 1980, graduado de Maestro Nacional de Música con especialidad en percusión en la Escuela Provincial de Música de su Rosario natal, tras haber cursado además estudios de percusión en la Escuela Municipal de Música y en la Universidad Nacional de Rosario, decidió dedicarse finalmente a la ejecución de la armónica cromática, la cual en 2002 lo llevó a convertirse en el ganador del Premio Revelación del Festival Nacional de Folklore de Cosquín. A partir de allí inició una próspera carrera que cuenta con presentaciones en algunos de los escenarios más importantes del mundo y, además de las numerosas colaboraciones realizadas en las producciones de estudio de numerosos artistas, de siete trabajos discográficos propios.

El último de ellos, Franco Luciani Tango Trío (2012), fue grabado junto a la guitarra de Ariel Argañaraz y el piano de Daniel Godfrid, dos músicos que hacen honor a aquella generación previamente mencionada y que conforman la formación homónima, y la participación especial de los vocalistas Lidia Borda y Marcelo Barbieri. Cabe destacar que el presente trabajo de estudio tiene como contraparte a otro disco, Franco Luciani Grupo Folklore (también de 2012), en cuya ejecución participan Martín González (guitarra y voz), Facundo Peralta (bajo y guitarra) y Horacio Cacoliris (percusión) y Pedro Aznar, Juan Carlos Baglietto, Néstor Basurto y Franco Exertier como artistas invitados y en el cual, con un espíritu similar, el armonicista aborda el género folclórico, en el cual también ha hecho una formidable carrera. Ambos discos tienen como objetivo plasmar la actual labor artística de este maravilloso representante de nuestra música nacional, a través del registro de temas actuales y contemporáneos, de su autoría y ajenos a la misma, siempre con arreglos propios, tras haber cumplido diez años formales de carrera.

Los dos primeros tangos del presente álbum, Moneda de cobre (C. Vivián / H. Sanguinetti) y Después (H. Gutiérrez / H. Manzi), datan de comienzos de la década del cuarenta, de 1942 y 1944 respectivamente, y han sido arreglados y versionados por el trío de Luciani de manera instrumental. A éstos le siguen dos temas de la autoría del propio armonicista, Tu vals y A vos te encanta. El primero, con letra de Raimundo Rosales, es un vals formidablemente interpretado por la voz Lidia Borda, artista muy cercana al trío, ya sea en su trayectoria como en sus ambiciones estéticas, que cuenta además con una segunda versión de estudio, esta vez instrumental, presente también en este disco. A vos te encanta, una milonga instrumental.

El disco cuenta además con una serie de tangos provenientes del repertorio clásico: Toda mi vida (A. Troilo/ J. M. Contursi), Ave de paso (Charlo/ E. Cadícamo), Flores negras (F. de Caro/ M. C. Comila), Margarita Gauthier (J. Mora/J. J. Nelson), ejecutados todos ellos en versiones instrumentales arregladas por Luciani, y Mi taza de café (A. Malerba/ H. Manzi), interpretado vocalmente por Marcelo Barbieri. Destacamos también el instrumental Los sueños, de Ástor Piazzolla, y la milonga campera de Atahualpa Yupanqui y Romildo Risso, Los ejes de mi carreta.

Esa conjugación perfecta entre el virtuosismo en la ejecución, el dominio del instrumento y los estudios formales en música, además de esa sensibilidad propia de un artista, que caracteriza a Franco Luciani, se evidencia cada uno de los temas del presente disco, el cual nos invita a refugiarnos en un mundo de belleza y simplicidad, ajeno al exceso de estímulos que suelen invadirnos en la lucha cotidiana que nos impone el mundo contemporáneo.