Tango, transmodernidad y desencuentro
de Guillermo Anad
Por María Susana Azzi
Guillermo Anad nos presenta una antropología del lenguaje, en un libro pensado y escrito en forma inteligente. El análisis lingüístico del tango era una materia pendiente, si bien ha formado parte de los estudios etnográficos desde el siglo XIX. Es difícil reflexionar sobre la propia cultura, porque hay tantos aspectos de la misma que nos resultan obvios. Anad ha tomado distancia del tango, para revisitarlo, y encontrar las diferentes voces que integran este fenómeno multicultural en la doble condición del autor como investigador y músico. Las fronteras son cada día más móviles, son también virtuales, y Anad transita de una a otra, cómodo en su análisis y reflexión. Es también un estudio original, ya que crea nuevos términos, tendencia que se viene dando en la antropología en los últimos tiempos. Ahí vemos una tarea que de secundaria, pasa a ser central. Sin esos nuevos vocablos, ¿cómo referirnos a nuevos procesos cognitivos? Seguramente, no vamos a encontrar estos vocablos en los diccionarios convencionales, pero sin duda, vamos a comprender el significado de estas palabras, que sintetizan procesos socioculturales. Si bien la antropología del lenguaje ha sido central en la disciplina, se ha relacionado de maneras diferentes con otras ramas de la antropología a lo largo del tiempo. El ambiente, la comunicación, la descripción, la forma de relacionarse entre las personas, se modifica década tras década. De hecho, los procesos cognitivos y la comunicación, se apoyan mutuamente. Cada uno de nosotros extiende su mirada sobre un mismo objeto de estudio, y lo ve de forma más o menos diferente.
Si pensamos en los nombres más reconocidos de la antropología anglosajona, estos científicos se han preocupado por el lenguaje y la diversidad en el lenguaje de una misma cultura. Cito a: Roland Dixon, Alfred Kroeber, Edward Sapir, Franz Boas, Max Gluckman, Erving Goffman, Richard Bauman, Margaret Mead, Michelle Rosaldo, Renato Rosaldo, por nombrar tan sólo a algunos. ¿Por qué predominan algunas expresiones mientras otras caen en desuso? ¿Cómo expresamos nuestro repertorio emocional, central en el tango? ¿Dónde está el vigor del lenguaje? ¿Dónde está su flexibilidad a los cambios culturales? ¿Hablamos en poesía? Hay letras de tango que nos han quedado grabadas, porque ésa es la manera de referirnos a una identidad individual, de género, social, barrial, metropolitana, nacional, virtual y global. Hoy no hablamos como en 1910. El londinense del siglo XXI no habla el lenguaje de Shakespeare. Es interesante recorrer las sucesivas décadas del tango, para armar una estructura y una historia de este género rioplatense, que se nutrió del cocoliche, del lunfardo, de expresiones idiomáticas que aportaron nuestros inmigrantes, allá en el tiempo, cuando la Argentina era una sociedad inclusiva. Y nos reconocemos todos.
Es el rescate de nuestra cultural oral, de nuestra cultura simbólica, y la identificación de redes sociales. El tango es una experiencia multivocal que cuenta la historia de personas muy diversas; es la aceptación de la diversidad y la inclusión de lo marginal dentro del sistema. No sólo es un vehículo que acelera la integración cultural sino que el tango es un integrador multicultural.
Como bien dijo Jorge Luis Borges,
“las letras de tango que la inspiración o la industria han elaborado, integran, al cabo de medio siglo, un casi inextricable corpus poeticum que los historiadores de la literatura argentina leerán, o en todo caso vindicarán. (…)También podríamos decir [que las letras de tango]” forman una inconexa y vasta comédie humaine de la vida de Buenos Aires.
Es sabido que Wolf, a fines del siglo XVIII, escribió que la Ilíada, antes de ser una epopeya, fue una serie de cantos y de rapsodias; ello permite, acaso, la profecía de que las letras de tango formarán con el tiempo, un largo poema civil, o sugerirán a algún ambicioso la escritura de ese poema.
Es conocido el parecer de Andrew Fletcher “Si me dejan escribir todas las baladas de una nación, no me importa quién escriba las leyes”.
¡Gracias, Guillermo por esta nueva mirada que nos aportas!
Tango, transmodernidad y desencuentro
Guillermo Anad